Lo que estamos viendo en Morena, y que se extiende a muchos otros ámbitos de la política nacional, podría interpretarse como consecuencia de la llamada teoría del caos: procesos en los cuales “pequeñas variaciones en las condiciones iniciales pueden implicar grandes diferencias en el comportamiento futuro, imposibilitando la predicción a largo plazo. El comportamiento es prácticamente imposible de predecir, no sólo porque sean complejos formados por muchos elementos, sino también porque sistemas relativamente simples y con pocos grados de libertad pueden ser difíciles de predecir a largo plazo”.
Hoy tenemos pequeñas variaciones iniciales del proceso de sucesión, en un escenario que impide las predicciones a largo plazo porque estamos ante un sistema político donde confluyen muchos elementos con pocos grados de libertad.
Cuando el presidente López Obrador operó la sucesión presidencial y entregó el bastón de mando a Claudia Sheinbaum no se esperaba que fueran los duros de su entorno los que modificaran y desafiaran el propio proceso de sucesión y a su sucesora. Hace semanas dijimos que mientras Claudia (o Xóchitl en el Frente Amplio) no fuera formalmente candidata (y faltan semanas para eso), tendría los días más difíciles por las turbulencias internas y por los reacomodos que implicaba su designación en Morena.
Ha habido una serie de movimientos previsibles: el alejamiento de Ricardo Monreal y Adán Augusto López, la virtual ruptura de Marcelo Ebrard, la necesidad de adecuar equipos de campaña y hacer que funcionen (o no) con el partido y el gobierno. Pero lo que no esperaba Claudia era que la candidatura a la Ciudad de México de Omar García Harfuch detonara un enfrentamiento cainita con los duros de su propio movimiento.
No sabemos si el audio de Martí Batres, como él dijo, fue producido por inteligencia artificial. Si es así, la calidad es notablemente parecida a una nota de voz real, pero lo cierto es que lo que ahí se escucha es lo que estamos viendo, escuchando y leyendo cotidianamente en los duros de la 4T, incluyendo, por supuesto, los personajes reseñados. Existe toda una ofensiva de éstos en torno a Clara Brugada que poco tiene que ver con sus capacidades o no de gobernar la Ciudad de México, sino con la de mantener cotos de poder que se podrían ir agotando con la sucesión. Y en ese camino de limitar a Claudia Sheinbaum, demostrándole que tendrá que contar con esos personajes o grupos a la hora de gobernar.
No es la primera vez que vemos un desafío similar. Y la norma siempre es que, si el candidato no impone su criterio, el resto de su campaña quedará contaminada. E imponer su criterio incluye la designación de candidatos, pero también determinar los grupos con los que, finalmente, gobernará y qué espacios concederá a cada uno. Que Martí Batres le está jugando a las contras a Sheinbaum es evidente desde mucho antes de que fuera nombrado jefe de Gobierno sustituto. Que los dizque duros de la 4T son un grupo de poder que se mueve desde Palacio Nacional con la participación decisiva de Jesús Ramírez, también. La diferencia es que ahora lo están haciendo en forma casi abierta. O como diría el audio atribuido a Martí, para demostrarle a “la jefa” que “no está viendo las cosas” como son. Traducido eso, quiere decir que son ellos los que se asumen como los indicados para señalarle el camino a quien consideran su futura presidenta. Si Claudia lo permite, será chantajeada por los mismos actores el resto de su sexenio, si no es que antes esos mismos personajes descarrilan su campaña presidencial.
Porque eso también está implícito en el desafío. La amenaza de descarrilar su campaña. Ése es el mensaje del Estadio Azul. No fue un problema de organización, como le ocurrió en 2012 a Josefina Vázquez Mota en el mismo estadio, o una triquiñuela política (el cierre de las calles para acceder), como le pasó al propio López Obrador en 2018 en Veracruz. En el frustrado encuentro con la militancia de la semana antepasada lo que hubo fue un desafío a la virtual candidata. Y lo sucedido en los días posteriores, que incluye las acciones que se enumeran, entre otras, en el audio difundido (sea real o no), lo ratifican.
Pero hay más: al mismo tiempo que todo eso sucede, están pendientes muchos otros movimientos, desde la compleja candidatura de Chiapas hasta la ratificación o no de Ernestina Godoy (fiscal con Claudia, pero claramente volcada con Brugada) en el Congreso de la ciudad, donde Morena y sus aliados no tienen los votos suficientes para sacar la designación adelante. Necesitan cuatro votos, presuntamente priistas, para alcanzar la mayoría calificada, pero se ve difícil que los tengan. En el propio Congreso capitalino le niegan la licencia, la que sí le dieron a otros aspirantes, a Lía Limón (¿una mezquindad con Lía o un guiño de Martí a la gente de Jorge Romero en el proceso de ratificación de la fiscal?). Y el efecto dominó, las variantes que pueden surgir de ese proceso son innumerables.
Lo cierto es que la decisión que se tome en la Ciudad de México impactará el futuro de Morena, el de su candidata, su campaña y el entorno en que se desarrollará el próximo sexenio. Es la teoría del caos: las pequeñas variaciones en las condiciones iniciales que pueden implicar grandes diferencias en el comportamiento futuro.