La respuesta del gobierno a la tragedia en Guerrero debe marcar el adiós de un grupo de incompetentes y peleoneros que en mala hora llegó a Palacio Nacional.
Esto tiene que terminar el próximo año, de lo contrario la anarquía que vemos en Guerrero estará en todo el país.
Qué desalentador sería seguir otros seis años de improvisación, amenazas, insultos y pleitos desde Palacio Nacional.
Del color político que elija la mayoría, no importa, pero en la Presidencia debe estar alguien con sentido común.
Que no desprecie a 60 por ciento de sus gobernados.
La gente damnificada necesita ayuda, aliento, trato y eficacia, no arengas propagandísticas.
Que llegue un presidente del partido que sea, pero que no incurra en la insensatez de gastarse 500 mil millones de pesos en un tren sin viabilidad financiera.
Que tenga en cuenta que México está ubicado en una región del globo propensa a huracanes y terremotos, y no use el dinero guardado para desastres en despilfarro para cumplir fantasías personales.
Pemex ya no es de la nación. Sus deudas superan a sus activos. Y seguimos perdiendo en lugar de gastarlo en carreteras en Oaxaca, Chiapas, Guerrero.
El país no puede seguir así, seis años más con un presidente que odie a los periodistas que hacen su trabajo y que no le queman incienso.
No es mucho pedir que gobierne alguien que nos respete, aunque estemos equivocados.
La forma y el fondo de los ataques presidenciales a León Krauze por ser hijo de un escritor adversario ideológico suyo, no debe repetirse nunca.
Que no use el cargo para hacer apología de su persona, al menos no durante las desgracias nacionales, como la que acaba de ocurrir y no hay para cuando subsanar.
Que respete la silla presidencial cuando se siente a difundir un mensaje a la nación, y lo haga sin odio, con sentido común. Eso es todo.
Que no nos confronte todos los días a unos contra otros.
Xóchitl Gálvez, se esté de acuerdo o no con los partidos y grupos de la sociedad que impulsan su candidatura presidencial, mostró sentido común en su mensaje a raíz del huracán.
Se puso a disposición del Presidente y propuso atender algunas prioridades elementales. Restablecer el suministro de agua, los pozos municipales, instalar plantas potabilizadoras. Comedores. Un plan de salud para atender y prevenir.
Padecimientos que pueden darse: dengue, cólera y otras enfermedades.
¿Qué falta? ¿Mandamos medicinas, médicos, enfermeras, camas? Usted diga, le propuso al Presidente en un mensaje respetuoso.
Solidaridad y sentido común es lo que mostró Gálvez. Y desde una posición de humildad.
Entonces, si hay disposición a colaborar con el gobierno, ¿por qué insultar a los que son de otro color político?
Así ha sido todo el sexenio. Insulto y destrucción.
¿Nos vamos a pasar otros seis años siendo insultados hasta por niñerías?
En lugar de ignorar a Vicente Fox, que ya no representa a nadie, el Presidente puso dos veces, en cadena nacional, una mentada que le mandó el de Guanajuato.
Nuestros gobernantes están obsesionados con pequeñeces y han dejado al país a la deriva.
“Grilla mata gobierno”, escribió ayer un colega, de izquierda. Y tiene razón.
Otis develó, de manera terrible, las consecuencias de una suma de errores garrafales en la conducción del país, que no llamaban la atención porque no se hacían tan visibles como ahora.
Dejar hacer y dejar crecer a los grupos criminales, e incluso brindarles protección, los fundió con las autoridades estatales y municipales. Son una y la misma cosa.
En cada región o municipio guerrerense manda el que tiene más pistoleros y es más salvaje.
No hay gobierno en Guerrero. Es sólo un formalismo, simbólico, inoperante. Si está o no está Evelyn Salgado da igual.
La destrucción de instituciones, el desgaste de otras por el golpeo presidencial, su desnaturalización y corrosión deliberada, el uso del gobierno como aparato de propaganda personal, han dejado débil al Estado para cumplir sus tareas fundamentales y pasan la cuenta en Acapulco.
Hubo 60 horas de caos, rapiña, saqueos y asaltos. El Ejército estuvo borrado.
Se destruyó el Fondo de Desastres Naturales (Fonden) que tenía 50 mil millones de pesos.
Secaron el Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestarios (FEIP) que tenía 296 mil millones de pesos para emergencias graves.
El dinero se fue al baúl sin fondo llamado Pemex, al trenecito que va por la selva, a la destrucción de un gran aeropuerto y a hacer otro, lejos, sin seguridad ni conectividad.
Se acabaron los recursos y ahora tomarán un billón 900 mil millones de pesos en deuda.
¿Y qué pasó con Guerrero?
Se lo dejaron a los narcos. Es el segundo estado con mayor pobreza en el país: 34.8 por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza (no les alcanza para comprar una canasta básica de alimentos).
El 33.5 por ciento de los guerrerenses no tiene acceso a servicios de salud (en 2018, la gente que vivía en esa condición era el 19.7 por ciento).
Cuando AMLO estaba en la oposición, a la menor cuarteadura provocada por un temblor pedía la renuncia inmediata del presidente de la República en funciones. Por ineptos, decía.
Nadie le pide lo mismo a él ahora.
El país reclama unidad, porque se necesita.
Ya en las elecciones habrá manera de ajustar cuentas por la vía democrática.
Ahí sí. O se van el rencor y el sectarismo de Palacio Nacional, o todo México será Guerrero.