La fuerza desarrollada por Andrés Manuel López Obrador en las pasadas elecciones presidenciales fue la de un huracán categoría 5. Y hoy un fenómeno natural de estas características pone a su movimiento bajo la lupa ciudadana. Posiblemente sea el fiel de la balanza que inclinará su peso a la victoria o derrota.
AMLO y su movimiento están en el ojo del huracán. Y la percepción ciudadana inclina esa balanza, por lo pronto, a la derrota electoral.
La imagen de incompetencia y desorganización exhibida hasta el momento pesa demasiado para el actual régimen. Es un lastre que seguirá hundiendo la embarcación entre más tarden en reaccionar y llevar auxilio a la población afectada, que tuvo que recurrir a la rapiña en señal de venganza o sobrevivencia.
La ciudadanía guerrerense, de todos los estratos económicos, debe estar encabronada. No les avisaron de la devastación que venía, a pesar de que los servicios de emergencia estadounidense lanzaron la alerta con más de 20 horas de anticipación a la llegada del huracán “Otis”.
Los daños son incuantificables por todos lados.
Sobre todo en el de la credibilidad hacia el gobierno.
Porque esa imagen que muestra al presidente en un vehículo militar atascado en un lodazal, refleja a un país inmovilizado, ausente y sin saber qué hacer.
Todo el poder político y económico se fue hacia las fuerzas armadas en el actual sexenio.
Y así se muestran ante la población nacional.
Ahora bien, desde el martes que toco tierra el huracán, nada se ha visto sobre acciones concretas de auxilio a la población. Prácticamente no hay seguridad pública en las costas de Guerrero, principalmente Acapulco. Por eso las acciones de rapiña en una tierra sin ley y sin gobierno.
Tampoco hay responsables, sobre todo en las tareas de alertar a la población. De la Secretaría de Gobernación, nada. De protección Civil, ni sus luces.
Por ejemplo, Protección Civil es la entidad encargada de coordinar las acciones de prevención, auxilio y recuperación ante desastres naturales y emergencias, por lo que su rol es crucial en situaciones como un huracán.
El rol asumido por esta dependencia, que hasta donde sabemos ahora forma parte de la Secretaría de Seguridad (antes estaba en la esfera de Gobernación), ha sido el nadar de muertito. La gente ni sabe el nombre de su titular, pese a que en estos momentos debería ser la funcionaria más conocida.
Ante esta situación deberíamos preguntar a la ilustre desconocida titular de Protección Civil:
¿Se tomaron las medidas necesarias para preparar a la población y a las autoridades locales antes de la llegada del huracán? Esto incluiría la difusión de información, la preparación de refugios y la coordinación con otras entidades gubernamentales.
¿Se proporcionó asistencia y rescate oportuno a las personas afectadas durante el huracán? ¿Se contaba con los recursos y el personal necesario para responder eficazmente?
¿Se están llevando a cabo las acciones necesarias para la recuperación de las áreas afectadas? ¿Se está brindando apoyo a las personas afectadas para volver a la normalidad?
¿Se mantuvo una comunicación clara y constante con la población y los medios de comunicación antes, durante y después del huracán?
No, no, no, no, es la respuesta.
Por eso están en el ojo del huracán. Y por eso la balanza electoral se inclina hacia la derrota.