Esa es la absoluta verdad. Las tendencias hacia el autoritarismo de Morena y de la 4t son únicamente una parte de nuestra historia. La otra, la de gran calado, es que el Movimiento retoma y hace eco del sentir mayoritario de la sociedad mexicana. Una que busca y ve con buenos ojos la propuesta de un gobierno autoritario.
No lo digo yo, lo dice la realidad y los estudios que se han hecho sobre ella. Entre ellos, los números de Latinobarómetro donde tanto México como otros países de América Latina señalan que sus preferencias por un gobierno autoritario sobre uno democrático han aumentado de forma drástica en años recientes; las sociedades optan mayoritariamente —o muy mayoritariamente— por regímenes totalitarios conducidos por un caudillo o un líder moral.
La deformación es por ende mayor, mayúscula. El compromiso de la sociedad con la democracia es casi inexistente.
Debemos culpar al pasado, sí, a los regímenes de antes, a la historia de México pues se nos ha “educado” para buscar en el gobierno a un guía, a un salvador, no a un estadista comprometido con la democracia y con la ley y el buen gobierno.
Ejemplos sobran. Mencionaré en este momento solo uno brevemente a modo de ilustración; no hay que irse muy lejos (aunque uno podría remontarse a épocas precolombinas): llamar “tata” a Lázaro Cárdenas como señal de continuar viendo a los presidentes como una figura paterna, encargada de arreglarlo todo.
Sin duda el resultado señalado por Latinobarómetro para México muy posiblemente solo abreva en la historia de nuestro país; desde los tlatoanis, que provenían de dinastías gobernantes, pasando por emperadores, reyes, virreyes y presidentes que se han comportado como dueños y señores de todo un país y encarnación del pueblo… No en balde la frase de Vargas Llosa: “México es la dictadura perfecta que se cambia cada seis años”.
Porque sí, no buscamos la democracia, ni una participación donde decidan todos. Se busca un dictador sexenal a quien seguir, quien “ahora sí” solucione todos los problemas del país… La famosa alternancia del 2000, el gobierno de Calderón después, seguido del de Peña Nieto no fueron la excepción. La alternancia por cuanto a un mayor compromiso de los mexicanos con su poder, función y responsabilidad cívica no lo ha habido realmente. El tiempo no ha pasado; seguimos queriendo y actuando como lo hacíamos hace 80 años.
No terminamos de ver que el gran mal de la sociedad mexicana —debida a su ignorancia extrema— es buscar a una figura que la lleve de la mano y la “cuide”. Y a ese “hombre fuerte” le toleramos perseguir sus obsesiones y separarse de la normatividad.
Porqué más allá de si se quiere llamarle tlatoani, caudillo, dictador, líder, cabeza, rey, emperador, jefe vitalicio, líder, presidente, lo que suponen la gran mayoría de los mexicanos es que ese guía sea la solución única y mágica de todos los males.
Lo que nos lleva a las próximas elecciones… Entre que hay millones de mexicanos que quieren seguir con este esquema de renuncia de capacidades individuales ante el líder y que hay no pocos ‘pesos pesados’ que les conviene estar cerca del poder (y que inclinan artificial e ilegalmente la balanza electoral y el ambiente político) seguiremos teniendo a un gobernante autoritario al frente de México.
La gente no está comprometida con la democracia, esa la puritita y triste verdad. Hay encuestas que lo confirman y actuaciones de la población que lo rubrican. Nuestro país sigue siendo el mismo que existía en la época dorada del PRI (hoy Morena).
Regeneración Nacional ha sustituido al Revolucionario Institucional, pero también al PAN o a cualquier otra denominación política. Independientemente del partido, los mexicanos siguen privilegiando el dedazo, al “gran elector”, ese que dice que heredará algo (ahora hasta con bastón de mando)…
El mexicano no ha cambiado un ápice en todos estos años. La democratización y la alternancia política nunca permearon realmente.
Es una tristeza. La mayor desgracia de México.
2024 preparado para la extensión de un caudillo, del obradorismo vía interpósita persona; de un Andrés Manuel a través de su intermediaria.
No se olvide, uno de las características del esquema del caudillo es que este es conocido y reconocido. Y si bien existen otras propuestas —siendo Xóchitl la que cosecha mayor intención del voto entre la oposición política en este momento— estas no crecen ni permean más porque de entrada no son conocidas ni populares entre el común de los mexicanos.
Millones y millones de mexicanos que se desentienden de su responsabilidad cívica; que prefieren un líder y seguirlo sin preguntar y sin exigirle rinda cuentas. Esa es la puritita y triste verdad.