Lo primero, ante una tragedia como la provocada por el huracán Otis en Acapulco, es y debe ser la mayor solidaridad con sus víctimas, misma que no se puede regatear ni contaminarse con los debates políticos.
Pero, más allá de eso, es inocultable que el gobierno federal fue tomado desprevenido, desatento, por el fenómeno natural. Es verdad que el fenómeno se desarrolló muy rápidamente e incluso adquirió mayor velocidad en las últimas horas, pero la primera advertencia del Centro de Huracanes de Miami se dio el 23 de octubre a las cuatro de la mañana. Doce horas antes de que entrara en Acapulco ya se sabía que había incrementado notoriamente su potencia. Pero todo se siguió tomando como si fuera una tormenta tropical más, pese a que se tenía conocimiento que sería inusualmente fuerte y que tocaría tierra por el puerto. No se desalojaron pobladores ni turistas, no hubo ninguna medida de protección y prevención adicional, apenas una publicación nocturna en la red X ,atribuida al presidente López Obrador, pidiéndole a la gente no salir, entre otras recomendaciones.
El gobierno federal está distraído con sus propias agendas y narrativas. Por eso pueden dedicarse horas en la mañanera a hablar de agendas personales o político-partidarias, pero no destinar siquiera minutos para hacer advertencias sobre fenómenos naturales como Otis (o como los varios huracanes y tormentas que han azotado al país). Esa distracción en grillas internas y externas, en peleas políticas inútiles y pleitos con otros poderes, con medios o periodistas, se contagia a los funcionarios federales y a los estados donde también se sigue la misma lógica. Lo cierto es que, ante la llegada de Otis, nadie estaba realmente preparado. Resulta insólito que a las ocho de la mañana, en la conferencia mañanera del miércoles, el Presidente dijera que no tenía información sobre lo que había ocurrido en Acapulco “porque no había comunicaciones”. Y el mandatario venía de la reunión de seguridad con todos los altos mandos militares del país.
Más insólito resulta que haya decidido ir a Acapulco por carretera, como si él y sus destacados acompañantes no supieran que las rutas estaban cortadas. Y que en ese camino se hayan atascado en numerosas ocasiones, hayan terminado atrapados en un lodazal, una imagen que perdurará en el tiempo, que hayan caminado por brechas y que él, los mandos militares y otros funcionarios hayan terminado llegando hasta la noche a Acapulco en una camioneta Estaquitas. En Acapulco apenas estuvo un par de horas, se vio con la gobernadora Evelyn Salgado y regresó a México, me imagino que en helicóptero.
Quizás alguno de los que lo asesoran en medios habrá pensado que esa travesía fortalecería su imagen. En realidad, es un desperdicio de tiempo enorme ante una catástrofe que lo que requería era presencia y coordinación, sobre todo en esas primeras horas, y que, como vimos, le hubiera permitido al Presidente llegar a Acapulco horas después con seguridad y sin sacrificar responsabilidades. Peor aún, el mandatario no iba preparado ni siquiera con ropa adecuada para la situación, iba acompañado por la plana mayor de su gobierno, incluyendo sus mandos militares y, por seguridad, ese recorrido fue una irresponsabilidad sin utilidad alguna para los damnificados. Se desperdició casi un día completo del Presidente en la atención de la tragedia y se ganaron algunas de las peores imágenes del sexenio.
La información sigue fluyendo a cuentagotas, no conocemos aún la magnitud del desastre ni de los actos de vandalismo y rapiña que están ocurriendo. Como siempre, lo que está funcionando adecuadamente es el plan DN-III, en algunas zonas el Plan Marina y las brigadas de la CFE. De los funcionarios de Protección Civil federal no tenemos ni noticias.
El presidente López Obrador se volvió a molestar porque los medios han exhibido el error de haber cancelado el Fonden y reiteró que ése era “un nido de corrupción”. Quizá, pero en cinco años de gobierno no se ha iniciado ninguna acción contra algún responsable pasado del Fonden que haya estado involucrado en actos de corrupción y, por el contrario, con la liquidación del Fondo para Desastres Naturales se acabó con toda una estructura de atención que había demostrado ser muy funcional.
Es verdad, gravísimo sería que no, que el Estado tiene recursos para atender una emergencia de este tipo. El problema no es ése, sino que el Fonden tenía recursos a su disposición como para atenderla en forma inmediata a través de estados y municipios y, además, existía toda una estructura alrededor del Fondo que ponía en marcha mecanismos de atención, incluso antes de que sucedieran los fenómenos.
Por ejemplo, la declaratoria de emergencia para Acapulco se libró hasta la mañana de ayer. En la noche del miércoles, Hacienda destinó una partida, que apenas alcanzará para los primeros días, para atender la tragedia y la misma se tiene que bajar por las marañas burocráticas del gobierno federal y quién sabe qué le tocará al gobierno estatal y a los municipios y cuándo llegará a los damnificados. Eso es lo que se debate.
Este sábado, a las 21 h, por ADN40 se trasmitirá el documental Cienfuegos: habla el general, que hicimos sobre la detención, hace tres años, del general Salvador Cienfuegos en el aeropuerto de Los Ángeles, sobre su cautiverio y posterior liberación. Incluye una larga entrevista con el exsecretario de la Defensa en la que cuenta una historia personal y familiar, pero también una de las más perturbadoras tramas de la relación entre agencias de Estados Unidos y México.