La clase política de México está acabando con el país. La lucha por el poder aumenta cada día a pesar de que aún no se abren los tiempos electorales. Y por si fuera poco los desastres naturales aportan su cuota de desgracia. Ataques, ofensas, venganzas, defensa de intereses, es el pan de cada día. Lo único que falta es un crimen de Estado.
Entonces sí, de ocurrir una desgracia de este tipo, a ver quién cierra la puerta.
Paralelamente, la violencia azota todos los rincones de un país arrinconado por balas y mensajes de odio.
Estamos en la antesala de un México en caos.
¿Y qué hace la clase gobernante?
Defiende sus intereses.
Nadie llama a la reconciliación.
Los políticos armaron y fomentaron un México dividido.
Y nada hacen para remediar la situación.
Nadie saca la banderita blanca.
Nadie convoca al diálogo.
Simplemente hay una feroz lucha entre adversarios y supuestos compañeros de ideología.
De seguir por ese camino el resultado se puede adelantar desde ahora: El poder los consumirá.
El poder es como un fuerte explosivo: O se maneja con cuidado o estallará en plena cara.
Es tiempo de sacar la banderita blanca y recordar algunas palabras de Luis Donaldo Colosio sobre este tema:
“Expreso mi compromiso de reformar el poder para democratizarlo y para acabar con cualquier vestigio de autoritarismo. Sabemos que el origen de muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva concentración del poder”.
Así es. El discurso no ha perdido vigencia.
Pareciera que queremos revivir el año de 1994.