Cuando Mario Aburto, asesino confeso de Luis Donaldo Colosio, ingresó al Centro Federal de Readaptación Social Número 1, mejor conocido como El Altiplano, Joaquín El Chapo Guzmán estaba apunto de cumplir un año recluido en el mismo penal. Al ser vecinos de celda, ambos personajes hablaron en al menos una ocasión, haciendo crecer la teoría que señalaba al narcotráfico como móvil detrás del magnicidio del excandidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la presidencia en las elecciones de 1994.
De acuerdo con un reportaje del periodista Linaloe Flores, la plática entre ambos personajes fue breve y enmarcada por la personalidad de Mario Aburto, quien gustaba de los monosílabos en sus conversaciones.
El “asesino solitario” del magnicidio de Colosio Murrieta, ocurrido el 23 de marzo de 1994 en Lomas Taurinas, en Tijuana, Baja California, tenía 23 años cuando llegó al Altiplano; el Chapo Guzmán contaba con 36 años, era considerado uno de los líderes del Cártel de Sinaloa y pasarían casi siete años antes de su primer fuga de una cárcel de máxima seguridad.
La relación y las pláticas -de haber ocurrido más- duraron poco, pues en 1995 el Chapo Guzmán fue trasladado al penal de Puente Grande, Jalisco, donde finalmente se fugaría en un carrito de lavandería -según la versión oficial- en el año 2001.
Mario Aburto cumple una condena de 45 años de prisión por el magnicidio de Luis Donaldo Colosio
Sin embargo, esa cercanía en las celdas de Mario Aburto y el Chapo Guzmán incentivó al menos cuatro versiones que sugerían un vínculo entre algunos miembros del equipo de campaña de Luis Donaldo Colosio con supuestos narcotraficantes.
“Ajuste de cuentas” dice un informe de la Subprocuraduría Especial para el Caso Colosio, en el que tres hipótesis sugieren que Joaquín Guzmán Loera era uno de los narcotraficantes que financió la campaña del entonces aspirante presidencial por el PRI; no obstante, en los documentos oficiales no se aclara cuál podría ser la razón para ordenar asesinarlo.
Cuando Mario Aburto fue trasladado a Puente Grande el Chapo Guzmán ya estaba apunto de cumplir cuatro años en “libertad” -antes de ser recapturado el 22 de febrero de 2014-; ya no convivieron en Jalisco, pues en su segunda aprehensión el exlíder del Cártel de Sinaloa fue ingresado al Altiplano, de donde se fugó en julio de 2015.
Según un reportaje de “The Dallas Morning News” las autoridades de Estados Unidos advirtieron a México que una fuente confidencial les había alertado sobre dinero del crimen organizado (de manos de Guzmán Loera) había terminado en la campaña de Luis Donaldo Colosio a través de una persona con dirección en Tijuana, Baja California.
Imagen del agente Vázquez durante el operativo para capturar al “Chapo” en 2014.
Durante su permanencia en el Altiplano, el Chapo Guzmán fue interrogado en dos ocasiones respecto a si tuvo algo que ver con el asesinato de Colosio Murrieta, él lo negó y recordó que al momento del crimen ya cumplía parte de su condena.
“Estando en el Cefereso de Almoloya de Juárez, en un cuarto cercado al de Mario Aburto Martínez, éste mencionaba que él no había sido quien atentó contra el licenciado Luis Donaldo Colosio, sino Jorge Sánchez Ortega”, comentó el Chapo Guzmán.
Para ese entonces Jorge Antonio Sánchez Ortega era agente del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), con manchas de sangre de Luis Donaldo Colosio en su chamarra y restos de plomo en sus manos; sin embargo, la Fiscalía Especial para el Caso descartó que haya tenido participación en el magnicidio.