La favorita para convertirse en la primera presidenta de México, Claudia Sheinbaum, estuvo en Hermosillo en uno más de los actos anticipados de campaña. La visita fue, supuestamente, para refrendar la unidad partidista. Pero ¿a qué vino realmente la delfina presidencial?
Como difícilmente circulará información confiable al respecto, lo invito, caro lector, a practicar el deporte de la especulación.
Claudia vino a pasar la charola entre el empresariado.
En un gesto de cortesía seleccionó a Hermosillo para intercambiar puntos de vista sobre el próximo dirigente nacional de Morena con el anfitrión y presidente del Consejo Nacional morenista, Alfonso Durazo.
Vino, simplemente, a palomear a la primera posición en la próxima fórmula al Senado y por ende virtual candidato a gobernador de Sonora en las próximas pizcas. A Claudia no lo convencería totalmente Heriberto Aguilar, un político desconocido para el grueso de la población sonorense. Y, claro, ya sabemos que la candidata presidencial palomeará todas las fórmulas senatoriales en el país. De las y los gobernadores ya se encargó AMLO. Pero igual Durazo negoció a su favorito para sucederlo en el cargo.
¿Tiene usted, caro lector, más especulaciones? Adelante, compártalas con nosotros.
Pero especulaciones al margen, Claudia sigue mostrando acompañamiento, forzado o voluntario, pero la acuerpan en sus actos por todo el país. Mientras, Xóchitl luce cada día más solitaria, sobre todo abandonada por los dirigentes partidistas y su reducido equipo, encabezado por Santiago Creel, de cuyo paradero nadie conoce desde hace al menos dos semanas.
Así, la opositora no llegará ni a segunda base.
Aunque sería una magnífica oportunidad para demostrar que va por el apoyo de la ciudadanía apartidista.
Si Xóchitl no da un golpe de timón a la brevedad, su incipiente campaña se desinflará. Con ocurrencias, albures, simpatía, no basta para ganar una candidatura presidencial. Las promesas serias, los proyectos fundamentados, son pilar de toda campaña.
¿A qué vino Claudia?
Quizá simplemente a recordar, junto con los sonorenses, una famosa frase del Imperio Romano: Yo, Claudia.