Hace apenas dos meses hablábamos aquí de una posibilidad que estaba apenas en ciernes, del factor Xóchitl en un Frente Amplio que generaba más dudas que certidumbres. Más allá de especulaciones y rumores, el hecho cierto es que el FAM logró lo que muy pocos esperaban entonces: cerrar un proceso interno que comenzó con 15 aspirantes y terminó con la candidatura única de Xóchitl Gálvez, hacerlo con unidad y sin demasiadas estridencias, mostrando en el último tramo una saludable competencia con Beatriz Paredes y encontrando un espacio político que se pensaba cerrado por la dirigencia de los partidos. Se debe reconocer que esas mismas dirigencias, que no cuentan, ninguna de ellas, con demasiadas simpatías, han sabido darle forma a un rompecabezas que requirió equilibrios y sensatez y, pese a protagonismos a deshoras, como los inevitables de Alejandro Moreno, ese objetivo lo lograron.
No es menor. No estaba en la mayoría de los cálculos políticos hace apenas 60 días y muchos insistieron en que no había posibilidad alguna de que los movimientos sociales, el PRI, el PAN y el PRD pudieran llegar a un acuerdo de fondo. Movimiento Ciudadano lleva años especulando con esa ruptura y en torno a ello ha construido todo su discurso, y el que se haya cristalizado una alianza con la candidatura de Xóchitl Gálvez ha puesto en crisis al partido de Dante Delgado, que se quedó sin argumentos para no unirse a la alianza opositora.
Si Dante no da su brazo a torcer, se puede quedar sin nada, para empezar, sin las bases de su partido, que con la salida de Enrique Alfaro ha perdido a más de la mitad de su peso electoral. Samuel García parece dispuesto a seguir a Dante, pero recuerda, cada vez más, la versión 2.0 de El Bronco y su fracaso será similar, con un agravante: si decide buscar la candidatura presidencial no podrá poner sucesor, su relación con el PRI y el PAN, que controlan el Congreso de Nuevo León, está rota y ellos colocarán al gobernador interino. Luis Donaldo Colosio Riojas, la única carta verdadera que tenía Dante, no aceptó la aventura de la candidatura.
La molestia presidencial con la elección del Frente, sus porras a Beatriz Paredes (como si Beatriz, una de las políticas con más solidez de nuestro país, fuera a sucumbir ante unas porras presidenciales) sólo son equivalentes a Mario Delgado criticando el proceso del Frente, cuando tiene un problema mayúsculo en Morena.
El proceso interno en el oficialismo podría haber terminado desde el día uno con una designación: quedan pocas o ninguna duda de que el favor presidencial está con Claudia Sheinbaum, y la exhibición de poder en torno a su precampaña lo demuestra. Marcelo Ebrard ha hecho algo más que su lucha por alcanzar la candidatura, pero no creo que le alcance: todo ha estado a favor de Claudia. Morena tiene todo el derecho del mundo para designar como considere mejor a su candidata, lo que sucede es que, al haber armado un proceso que terminó siendo una suerte de puesta en escena, se le han acumulado los problemas con quienes se lo tomaron en serio. Las dificultades que se han presentado en el levantamiento de una encuesta que tiene todas las complejidades del mundo, lo demuestran.
Pero, salvo alguna sorpresa mayúscula en la encuesta de Morena, tendremos en octubre próximo, dentro de 13 meses, una mujer presidenta, y ésa de por sí es una muy buena noticia. Pero no alcanza.
Si el candidato fuera Marcelo, sabemos, en términos generales, cómo gobernaría, no sólo porque ha presentado propuestas específicas en este proceso, sino también porque ya ha gobernado. Claudia también ha gobernado, pero bajo el manto presidencial, se ha mimetizado, hasta, en los temas en los que ha tenido diferencias con el gobierno federal (seguridad, salud, política verde), así que habrá que esperar que madure la campaña e, incluso, que pase la elección, para saber realmente hacia dónde irá, más allá de las promesas de continuidad, que por definición y por la propia coyuntura política, económica y de seguridad, no podrá ser lineal. No conocemos su equipo real, hoy recuerda a otras campañas donde había tantos y tan contradictorios operadores que no quedaba claro con quién terminaría gobernando.
Tampoco sabemos cómo gobernaría Xóchitl: hasta hoy, su candidatura está basada, como casi todas las actuales, en la emoción, en la expresión de un movimiento social de oposición que permite dar cabida a muchos, pero nos falta conocer en torno suyo un equipo, unas propuestas de fondo en temas clave que vayan más allá de las declaraciones de ocasión. La emoción en algún momento se debe dar la mano con la razón y el pragmatismo, ese paso no se ha dado y, sin duda, será difícil construirlo en medio de una campaña electoral tan disputada y con un intervencionismo presidencial como no hemos visto jamás en la época contemporánea.
EL MÉXICO REAL
En esta semana, en la mañanera no se habló de la crisis en Michoacán (sólo se dijo que había regresado el orden y que todo fue un movimiento propagandístico, ambas cosas, evidentemente, falsas); tampoco de los enfrentamientos, los muertos, los desplazados en Chiapas. No se habló de la lista de los más buscado de la DEA ni de los desaparecidos. Tampoco de la alerta epidemiológica por la explosión de dengue en el sur del país. Ni hablar de la vacunación para las nuevas cepas de covid-19, para las que no tenemos vacunas. Pero hubo horas para hablar de Xóchitl, de Ciro, de Joaquín, de cualquier distractor posible.