El bastón de mando que el presidente Andrés Manuel López Obrador entregó a Claudia Sheinbaum parece ser en realidad un pararrayos. Corresponderá a la virtual candidata presidencial enfrentar la rebeldía de un par de liderazgos que, de proponérselo, podrían poner en riesgo el triunfo de Morena en el proceso electoral del 2024.
A diferencia de la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal fueron designados hace seis años por López Obrador como coordinadores regionales de promoción del voto, en un reconocimiento a su trayectoria política y a la experiencia que ambos tienen en materia electoral y la capacidad que demuestran para movilizar estructuras políticas, sociales y empresariales.
Son dos personajes que saben tender puentes con diferentes corrientes de pensamiento, por lo que son en sí mismo una fuerza política independiente, con capacidad cada uno para iniciar con un porcentaje considerable de la votación –de entre 15 y 20%, según sus propios cálculos– en cualquier cargo por el que decidan competir, sobre todo pensando en la elección federal.
No obstante, el respeto que alguna vez les tuvo López Obrador a estos personajes no lo comparte Claudia Sheinbaum. Si la nueva jefa del movimiento no está dispuesta a oficializar los rumores de un Adán Augusto López como presidente nacional de Morena, mucho menos abrirá los espacios para conciliar y negociar con los todavía morenistas que se perfilan como sus rivales.
Marcelo Ebrard ya venía expresando abiertamente su inconformidad con los métodos de Sheinbaum y ahora lo hace con Morena, políticamente correcto, como suele comportarse, pero contundente al manifestar que en el equipo de Claudia él no tiene cabida, pues los puestos importantes son únicamente para quienes ella percibe como sus cercanos.
De manera previa al proceso interno de las corcholatas, Claudia Sheinbaum no mostraba siquiera disponibilidad para negociar; se sabía favorita del Presidente y las ofertas que presentaba a sus contrincantes no pasaban de una posición de coordinador en la Cámara de Diputados, el cargo ofrecido a Ebrard que va a rechazar.
A Monreal no le presentó siquiera una propuesta, pese a que el senador aspiraba a competir por la Ciudad de México si no concretaba su aspiración presidencial. También tenía entre sus peticiones un par de gubernaturas: Puebla, para Alejandro Armenta, y Chiapas, para Eduardo Ramírez, mismas que quizá no van a concretarse ante la nueva programación de candidaturas que prepara Sheinbaum con la metodología de paridad de género.
El desaire a estos personajes podría resultar riesgoso, pues aunque ninguno de los dos desea confrontarse con el líder del movimiento –Andrés Manuel López Obrador–, sí podrían decidir, en conjunto, no seguir el juego del liderazgo de Sheinbaum y a romper por lo menos con lo que ella ha comenzado a llamar “el segundo piso” de la transformación.
Monreal ya le ha propinado antes una lección a Sheinbaum en su propio territorio: la gran derrota del morenismo en la elección capitalina de 2021 fue en parte por el apoyo que el senador zacatecano le brindó con sus estructuras a la oposición, lo cual no terminan de perdonar en la 4T. Aquella fue la razón por la que se coló uno de los cuadros monrealistas a la demarcación Cuauhtémoc: la estridente e incómoda alcaldesa Sandra Cuevas, quien ahora busca ser candidata a la jefatura de gobierno de la CDMX y, aunque con nulas posibilidades, está siendo impulsada por Monreal.
El poder de esta mancuerna enrarece el camino de Sheinbaum hacia la Presidencia, a menos de que AMLO meta otra vez las manos para proteger a quien desde el principio fue su “corcholata”. López Obrador vuelve a ser el único que puede unir a los diferentes liderazgos en torno a su transformación… o destruirlos.
Sobre las candidaturas en la Ciudad de México, van aclarándose cosas: Clara Brugada, todavía jefa delegacional de Iztapalapa y candidata de los puros y radicales de la 4T, ya se destapó por completo para competir por la candidatura y lleva ya cerca de un mes en plena campaña. El exsecretario de Seguridad, Omar García Harfuch –corcholata de la ex jefa de Gobierno–, aguarda paciente el momento para lanzarse oficialmente, mientras que Ricardo Monreal y Mario Delgado quedaron fuera. Este último está negociando su futuro y, si no le ofrecen un cargo muy atractivo, se quedará al final del proceso del 2024 con líder del partido. Como se ven las cosas hoy en la CDMX, todo apunta a que será un hombre el que peleará para retener el gobierno morenista, mientras en la oposición se hacen bolas para ver a quién mandan: Santiago Taboada estaba firme hasta que irrumpió con fuerza otro hombre: Omar García Harfuch.
La transición en el Estado de México va más que tersa entre los morenistas y los priistas. La buena relación del gobierno saliente de Alfredo del Mazo con el entrante de Delfina Gómez ha facilitado todo, por lo que no se prevén sobresaltos y mucho menos persecuciones. Incluso, se anticipa que el aprecio de Claudia Sheinbaum y del presidente López Obrador hacia el gobernador mexiquense se cristalice en un cargo importante dentro su gobierno, si es que efectivamente la ex jefa de Gobierno de la capital logra ganar la elección presidencial el próximo año. Nada de Embajada, lo que le aguarda a Del Mazo es un gran puesto en el gabinete de la posible nueva presidenta de México.