A inicios del siglo XX, antes de la aparición de figuras como Pedro Avilés, reconocido por ser el primero en traficar droga hacia Estados Unidos, en la Ciudad de México las autoridades ya tenían en la mira a un personaje que se destacaba en el mundo del narcotráfico. Se trataba de José del Moral, quien es considerado el primer «narco» mexicano. La prensa de la época lo identificaba con apodos como “El Rey de los Grifos” y “El jefe de los envenenadores capitalinos”, ya que era el principal distribuidor de marihuana en el centro del país.
La vivienda de del Moral, situada en la calle San Jerónimo en el centro de la capital, era el epicentro de sus operaciones. Allí, almacenaba miles de cigarrillos y grandes cantidades de marihuana. A pesar de que en esa época el concepto de «narcotraficante» no estaba consolidado, los medios de comunicación lo apodaron «El Rey de los Grifos» debido a su prominente papel en la distribución de esta droga.
El 20 de julio de 1908, del Moral fue detenido y presentado ante la sociedad. Su apariencia desaliñada y su edad, alrededor de 50 años, contrastaban con la imagen que se tenía de un distribuidor de drogas. Durante su encarcelamiento en la prisión de Belén, en el centro de la Ciudad de México, del Moral defendió el uso medicinal de la marihuana, argumentando que la hierba era considerada un remedio para diversas dolencias.
A pesar de sus argumentos, la percepción pública sobre la marihuana estaba teñida de prejuicios. Durante el Porfiriato, se creía que su consumo podía llevar a episodios de locura y violencia. Sin embargo, del Moral no fue el único en distribuir esta droga. A mediados del siglo XIX, soldados y prisioneros ya la consumían, aunque en menor medida. Con el estallido de la Revolución Mexicana en 1910, el panorama del narcotráfico en el país comenzaría a cambiar, dando paso a nuevas drogas y actores en este oscuro negocio.