Los siguientes dos personajes son el ejemplo perfecto de que la vida da vueltas y que en la política no hay lealtades. Un día sirven al PAN o al PRI y otro día a Morena.
El primero fue uno de los gobernadores que más batalla le dio al presidente López Obrador en sus primeros años de gobierno. La relación era más que tensa entre ambos, con un intercambio de duras acusaciones. El gobernador se refería al inquilino de Palacio Nacional como un ruin y manipulador, por no respaldarlo en un conflicto del tratado de aguas entre su estado y Estados Unidos.
La bronca en aquel entonces era de tal nivel, que el gobernador dijo que habíamos pasado de un presidente corrupto como Peña Nieto a un mentiroso y sembrador de odio como López Obrador. “A otros los podrá intimidar, porque quizás tienen faltas vulnerables, pero en mi caso se está equivocando”, le dijo Javier Corral a Ciro Gómez Leyva en una entrevista en septiembre de 2020.
Luego, desde la mañanera, el presidente le respondió a Corral. Aseguró que usaba las mesas de seguridad de su estado para conspirar contra el gobierno federal y que por eso no iban a regresar a ellas.
De pronto, algo cambió. Ambos tuvieron una reunión en Palacio Nacional y al salir, Corral declaró que “habían limado asperezas, sin dejar de lado que tenían diferencias”. Semanas más tarde, creció el amor. “López Obrador sí quiere acabar con la corrupción, pero hay elementos de su gabinete que no piensan lo mismo”, expresó Corral. De inmediato le devolvieron el gesto. En diciembre de 2021, el presidente no descartó sumar a Javier Corral a su administración porque lo consideraba “un hombre recto, inteligente y rebelde” y que eso le gustaba. El pin-pon siguió. “Hay un odio enfermizo contra el presidente”, decía Corral. “Hostigan a Javier con las investigaciones en su contra”, respondía López Obrador.
Esas semillas rindieron fruto para la corcholata del presidente. Fuentes cercanas a Claudia Sheinbaum me aseguran que Javier Corral no solo está cercano y operando para ella, sino que otra vez le devuelven el gesto al considerarlo para que sea el próximo Fiscal General de la República, en sustitución de Alejandro Gertz Manero, quien dejaría el puesto tan pronto termine el sexenio actual, es decir cinco años antes de cumplir el mandato original.
El segundo personaje al servicio de Claudia es Juan José Lecanda, exsecretario particular del muy poderoso exsenador priista Emilio Gamboa Patrón. Lecanda es recordado por dos episodios. Primero por aparecer en la polémica fotografía que evidenció que Gamboa utilizó un helicóptero del Estado Mayor Presidencial para viajar a jugar golf con el entonces presidente Enrique Peña Nieto, bajo el argumento de que antes se habían dedicado a revisar temas de importancia. Y segundo, por una grabación que lo involucraba en negociaciones oscuras en Puebla, durante la administración de Rafael Moreno Valle.
A Lecanda le reconocen una capacidad de negociación única que sirvió para construirle acuerdos a su jefe en el Congreso. Primero, durante el gobierno de Felipe Calderón y luego, en el de Enrique Peña Nieto. Hoy, me aseguran, ya no está cercano al yucateco, pero sí a Claudia. Dudo lo primero.