El presidente López Obrador se enojó porque todos los medios criticaron, algunos más duramente que otros, su risa y su chiste al finalizar la mañanera del miércoles, cuando se le preguntó su opinión sobre los jóvenes desparecidos en Jalisco. El jueves dijo que él no se tenía que disculpar con nadie porque simplemente no había escuchado la pregunta y, para no variar el guion del espectáculo matutino, dijo que todo era una conjura más de los conservadores. No sé si el presidente López Obrador escuchó esa pregunta, pero sí sabemos que al caso de los jóvenes desaparecidos en Jalisco no le dedicó la menor atención en esos tres primeros días de la semana en las mañaneras que, juntas, duraron unas 9 horas. El jueves, ayer, sí tocó el tema, pero para defenderse, tampoco le entró al fondo del asunto: dijo que el tema estaba en manos de la Fiscalía de Jalisco, misma que desde el lunes le está pidiendo a la FGR que atraiga el caso.
Pero sí se debe ofrecer disculpas a esos jóvenes que ya no están con nosotros, a sus familias, a la sociedad, por un drama terrible que es responsabilidad única e ineludible de las autoridades, que son quienes pueden evitarlo. Se puede argumentar que se trata de un hecho inevitable, aislado, pero no es verdad. En Jalisco, sobre todo en esa zona en torno a Lagos de Moreno, hay ya más de 9 mil desaparecidos desde el inicio de esta administración. En el país se acercan a los 43 mil. En la zona donde fueron secuestrados los jóvenes el hecho tampoco es nuevo: en los últimos meses ha habido 19 secuestros de grupos de tres o más personas. En prácticamente ningún caso las víctimas han aparecido con vida y, en muchos de éstos, como sucedió con los jóvenes, eran víctimas sin ninguna relación con el crimen organizado ni con la disputa entre los mismos.
Al mismo tiempo, en Poza Rica, Veracruz, luego de una persecución de delincuentes con policías, aparecían en una casa (un depósito en realidad) refrigeradores donde estaban restos de personas destazadas, empaquetadas y congeladas. El gobernador Cuitláhuac García, que ahora ocupa sus largos tiempos libres grabando videos haciéndose el chistoso, dijo que se trataba de enfrentamientos entre grupos criminales.
Es una frase hecha, es evidente que la enorme mayoría de las víctimas de los cotidianos homicidios son producto de enfrentamientos criminales, pero la pregunta es cómo lo sabía el gobernador, cuando en ese momento la Fiscalía del estado no sabía siquiera cuántas personas había encontrado, primero se dijo 34, luego, 14, ahora están en que son entre 17 y 19, y esos restos tampoco están, al momento de escribir estas líneas, identificados.
El inefable gobernador veracruzano fue más allá y sostuvo que en Poza Rica no hay focos rojos de seguridad. Es mentira, si fuera así no tendrían que haber enviado, luego del descubrimiento de los cuerpos, unos mil elementos de la Guardia Nacional. Hace un par de semanas fue asesinada la responsable de la precampaña de Adán Augusto López en esa región del norte de Veracruz, que se ha convertido en escenario de duros enfrentamientos entre grupos del Golfo, del CJNG y ahora, aseguran, con una organización llamada La Sombra, formada por exzetas que han logrado reagruparse y están disputando una zona que alguna vez fue suya.
El tratamiento sufrido por las víctimas lo hace posible: los zetas, originalmente exmilitares entrenados en Estados Unidos y luego por kaibiles guatemaltecos, fueron los que impusieron como sello la extrema violencia, como el destazar rivales, incluyendo las decapitaciones al estilo Estado Islámico.
Llama la atención porque el crimen de Lagos de Moreno se atribuye a los MZ, una organización que se supone que trabaja en la zona de los Altos de Jalisco para el Mayo Zambada, en la disputa con el CJNG. Pero también los MZ me recuerdan a otro grupo que impulsó el Mayo Zambada desde el Cártel de Sinaloa, que se llamó los Mata Zetas, destinados a aniquilar a los miembros de esa organización, particularmente en Veracruz, e impedirles entrar en Jalisco y Colima. La paradoja es que los Mata Zetas nacieron de un grupo operativo que trabajaba con Nacho Coronel y aliado con el Cártel de Sinaloa. Muerto Coronel se empoderaron como Mata Zetas y terminaron conformando, junto con otros grupos michoacanos, el Cártel Jalisco Nueva Generación. Se fueron distanciando de Sinaloa hasta convertirse en sus enemigos.
El hecho es que se están regenerando los grupos criminales, sobre todo los que provienen de organizaciones que ya habían sido derrotadas y prácticamente aniquiladas. En Baja California están resurgiendo los que quieren refundar a los Arellano Félix; la Nueva Familia Michoacana, que estaba desaparecida, con los hermanos Olascoaga, El Pez y La Fresa, controlan ahora parte de su estado, del Estado de México, de Morelos y, sobre todo, de Guerrero. Caro Quintero refundó su grupo, que sigue operando luego de su caída. Los Beltrán Leyva, o sus sucesores con otros nombres, también están renaciendo en distintos lugares, incluyendo sus áreas naturales: Morelos y Guerrero. Los del Santa Rosa de Lima parecen estar más fuertes que antes. Y ahí están reapareciendo los Zetas, el Golfo y otros. En seis de cada diez municipios del país opera hoy, por lo menos, un grupo criminal.
Es la consecuencia directa de los abrazos y no balazos, es el reflejo del creciente empoderamiento criminal derivado de esa estrategia. La situación no está para bromas presidenciales.