Pocas cosas disfruto tanto como leer todas las mañanas las portadas de los periódicos más influyentes del mundo. Es como ritual, café en mano. Me sirve para despejarme la humareda del obradorato y para, a contracorriente de la propaganda nativista del régimen, recordar que México forma parte de un rompecabezas global del que no nos vamos a sustraer por decreto, y que Taiwán y Níger, el Mar del Sur de China y Arabia Saudita, importan muchísimo.
Ayer me topé en la primera plana del Washington Post: “los nuevos libros de historia en Rusia enseñan la realidad alternativa del presidente Vladimir Putin”.
En la página 13 de la primera sección, la nota de la corresponsal Mary Ilyushina reporta: “Cuando inicien las clases el próximo mes, los preparatorianos rusos recibirán nuevos libros de historia, reescritos para incluir las narrativas aprobadas por el Kremlin… el nuevo manuscrito —dirigido a los 17añeros que se gradúan, y que cubre el periodo de 1945 a la fecha— culpa a Estados Unidos de la actual guerra en Ucrania e incluye una cita del presidente Vladimir Putin en la que falsamente asegura que: ‘Rusia no inició ninguna acción militar, sino que está tratando de que se termine’”. En la cúspide del descaro, los libros de texto de Putin acusan a Occidente de reescribir la historia para culpar a Rusia, en alianza con los medios de comunicación, las redes sociales y las fake news.
No es la primera vez que se encuentran similitudes en las acciones y declaraciones de los presidentes de Rusia y México. López Obrador ha sido sorprendentemente cortés con Vladimir Putin y se ha negado a condenarlo a él y a su gobierno por la invasión a Ucrania. Para AMLO, tienen la misma culpa Rusia, Ucrania, Europa y Estados Unidos. Esa evidente seducción entre autócratas.
Reescribir la historia de México, para adaptarla a la narrativa del obradorato, es lo más descarado de los nuevos libros de texto en nuestro país. Quizá lo más grave es que deliberadamente tratan de sustraer a los niños de la realidad global en la que viven, privarlos de las herramientas para enfrentar su vida adulta y con ello afectar sobre todo a los más pobres, condenarlos a una pobreza aún más acentuada, pero eso sí, dejarlos bien orgullosos de sus tradiciones y su vida comunitaria, listos para recibir su beca del Bienestar.
¿Y la subsecretaria de Educación Básica? ¿No tendría que estar en la primera línea de fuego enfrentando el incendio por los libros de texto que van a leer los niños de los que se encarga? ¿Dónde está en medio de este desastre? ¿Dónde ha estado desde que la nombraron? ¿Alguien sabe cómo se llama? Le informo: se llama Martha Velda Hernández Moreno. Cuentan en la SEP que no trabaja, vamos, que ni siquiera acude a la oficina, que prácticamente nunca se le ve ahí, que se escuda en su cercanía con la esposa del presidente López Obrador y parece que con eso le alcanza.