La encuesta publicada ayer aquí en El Financiero muestra que Xóchitl Gálvez cambió el horizonte electoral y Morena va camino a perder la Presidencia de la República.
A menos de tres semanas de anunciar su intención de contender por la Presidencia, Xóchitl se puso a 10 puntos de la candidata del Presidente, que lleva cinco años de exposición pública como la inminente sucesora.
Lo que parecía imposible, ya no lo es.
El Presidente arrancó una campaña ruin y desleal contra la posible abanderada opositora, como nunca habíamos visto.
También contra periodistas, medios de comunicación y dueños de periódicos, estaciones de radio y televisoras, para amedrentar.
La radio y la televisión tienen alcance nacional y llegan a todos los estratos sociales, por lo que amenaza a dueños de medios y desprestigia a comunicadores.
López Obrador no quiere que se hable de Xóchitl como el fenómeno ascendente que es. Ni como noticia. Ni que se difundan encuestas. Ni que se exponga la situación de violencia criminal que enluta al país.
Ayer volvió a atacar a Ciro Gómez Leyva, Joaquín López-Dóriga y Pepe Cárdenas, que forman parte de la columna central del grupo Radio Fórmula.
A Gómez Leyva lo intentaron matar hace menos de ocho meses, lo salvó el blindaje de su camioneta porque las balas iban directo a la cara y a la cabeza.
El Presidente de la República, ayer, enojado por una encuesta, dedicó un tiempo exagerado para ofender y calumniar al periodista.
Para las malas compañías, aliadas del grupo gobernante, eso es una convocatoria al crimen.
“¿Qué sigue, señor Presidente?”, preguntó Gómez Leyva en la emisión de su noticiario. Y respondió con una pregunta: “¿Otro atentado?”.
Ante el crecimiento de Xóchitl Gálvez, lo que sigue es más violencia política. Verbal o física. Lo impensable puede suceder.
El Presidente inventó una nueva sección en la conferencia matutina para atacar a Xóchitl sin mencionarla: que lo digan otros y él lo reproduce en una pantalla a todo el país.
Y en lugar de decir Xóchitl, se le llama “la señora equis”.
Qué manera de degradar la política, la investidura presidencial y el valor de la palabra.
Se trata del mismo López Obrador que durante años dijo al país que cuando llegara a la Presidencia tendría respeto absoluto hacia sus opositores.
Lo que siembra el Presidente es el lenguaje del odio.
Hacia abajo de la pirámide eso permea y se potencia: en la sesión del martes de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión los morenistas llevaron globos con las caras de quienes según ellos apoyan la candidatura de Xóchitl.
Al finalizar su intervención en tribuna el senador Gabriel García, que hasta hace poco despachaba junto al Presidente en Palacio Nacional, ponchó los globos uno a uno con alfileres.
Después, desde su escaño, el senador morenista infló un globo rojo y lo soltó al aire: “Ya ponchamos a su candidata, no será para la Ciudad de México ni para la Presidencia”, gritó.
En paralelo, un diputado federal de Morena presentó denuncias contra Xóchitl ante la Fiscalía General de la República, que encabeza Alejandro Gertz Manero, y ante la Unidad de Inteligencia Financiera que dirige Pablo Gómez.
A medida que el discurso de odio del Presidente baja por la pirámide, crece en virulencia e insensatez.
¿Qué ocurrirá al llegar ese mensaje de odio a la base y a los sótanos de la pirámide?
El 27 de junio, Xóchitl subió un video desde el Zócalo capitalino, en el que anunció que buscará la candidatura presidencial.
Y no ha dejado de crecer. Los aspirantes del oficialismo empequeñecieron.
López Obrador no puede bajarla con política, porque sus manos están vacías de logros.
Tiene la fuerza del Estado y el discurso de odio que ya echó a andar.
AMLO debe saber que el país lo está viendo.
Por eso es indispensable repetir la pregunta una y otra vez: “¿Qué sigue, señor Presidente?”.