La realidad acorraló a López Obrador. Con las reglas de la democracia, posiblemente pierda las elecciones de junio próximo.
Su candidata es de hielo y no hay obra de gobierno con la cual entusiasmar.
Debe definir ahora lo que estaba pensado hacer de manera paulatina: dar el paso hacia un régimen autoritario sin democracia.
Ante la imposibilidad de frenar el ascenso de la precandidata opositora Xóchitl Gálvez, el Presidente dirige al país hacia la ruptura del orden constitucional.
Cuando viola reiteradamente la Constitución, la ley electoral, y desobedece a las instituciones y tribunales que se lo exigen, se acaba la democracia.
¿O no?
Todo era una magnífica simulación mientras no hubiera oponentes de calibre nacional y los grandes medios de comunicación siguieran la comparsa.
Eso se acabó. Ya hay una figura nacional que puede disputarle al Presidente la prerrogativa autoasignada de poner sucesor a su voluntad.
Sus candidatos no llenan un auditorio sin la coerción o el acarreo. Xóchitl rebasa las expectativas en sus eventos con personas que llegan con entusiasmo y por su voluntad.
Cadenas nacionales de medios electrónicos no están dispuestas a quitar a periodistas que abren sus espacios al México real y no sólo a las fantasías mañaneras del Presidente.
Hasta aquí llegó la normalidad democrática.
AMLO intenta destruir a la senadora hidalguense ahora, y que no crezca más el entusiasmo que los tiene temblando de rabia y desconcierto.
Xóchitl Gálvez es nuestra María Corina Machado.
Maduro quitó de la contienda por la Presidencia de Venezuela a Machado porque es la que puede ganar.
El costo de quitarle el triunfo en las elecciones venezolanas (programadas para el próximo año), con observadores de organismos internacionales y periodistas de todo el mundo, es mucho mayor a descarrilarla ahora.
Eso hizo Maduro, eso hace López Obrador.
Ya tenemos mucho tiempo con AMLO en la escena como para equivocarnos por enésima vez.
Los guayabos dan guayabas y no limones.
Como en Venezuela, aquí el gobierno alentará una candidatura de oposición alterna a la carta peligrosa (Xóchitl) para aparentar democracia y libre juego electoral.
¿O de qué se trata el súbito cambio de opinión del respetable alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio?
Ayer el Presidente promocionó a Colosio y al gobernador Samuel García como aspirantes que darían batalla a Morena.
El punto es sacar a Xóchitl de la escena y echar tierra al asunto con supuestos contrincantes.
La precandidata opositora demandó a López Obrador porque “hoy acaba de confesar que tuvo acceso a la información fiscal, al secreto fiscal bancario y financiero y lo hizo público”.
El INE lo conmina a cumplir con la ley:
“Se ordena al Presidente de la República se abstenga bajo cualquier modalidad de formato, de realizar manifestaciones, emitir comentarios, opiniones o señalamientos sobre temas electorales”.
La respuesta fue difundir, desde su privilegiada tribuna que va en cadena nacional, una encuesta que favorece a Morena en las opiniones para la elección del próximo año.
No hay manera de que obedezca la ley quien no lo ha hecho nunca cuando la norma altera su voluntad.
Mandó “al diablo las instituciones” hace años y lo ha seguido haciendo. Lo volverá a hacer. Lo dijo. Ya como Presidente informó que “a mí no me vengan con que la ley es la ley”.
Tiene ante sí el escenario, impensable hasta hace un par de meses, de perder las elecciones.
Entonces quiere callar a periodistas y presiona a dueños de medios de comunicación para que eso no suceda.
La conferencia del viernes en Tepic fue una afrenta a los periodistas agredidos o asesinados durante su gobierno, y un insulto a propietarios de medios que no cierran espacios a la pluralidad.
Hará lo que esté a su alcance para descarrilar a Xóchitl Gálvez.
Prefiere el enfrentamiento entre mexicanos, es decir aplastar, que entregar el poder por la vía electoral.
Lo hace porque siempre ha estado convencido de que él es la personificación de los anhelos del pueblo.
¿No? Así terminó el viernes su conferencia en Tepic:
¿Y quién me sacó adelante?
El pueblo.
¿Y quién nos protege?
El pueblo.
¿Y quién está impulsando la transformación de México?
El pueblo.
Así como lo dije en el Zócalo:
-¡Pueblo, pueblo, pueblo!
-¡No se escucha!
-¡Pueblo, pueblo, pueblo!
-¡Muchas veces!
-¡Pueblo, pueblo, pueblo!
-¡Más fuerte!
-¡Pueblo, pueblo, pueblo!
-Vámonos a desayunar. Adiós, adiós.
Era una simple conferencia de prensa, y así se puso.
Descalificó a la ONU, amenazó a la precandidata opositora, le puso la diana en la frente a periodistas, satanizó a dueños de medios de comunicación, se burló de la ley y de los encargados de velar por ella.
El tigre está acorralado, apanicado, y va a saltar.
¿No que López Obrador no era como Maduro?
¿No que no sucedería en México lo que en Venezuela?
Ese camino estamos andando. Y que no lo vea el que no quiera verlo.