“Necesitamos ley y orden. Si no los tenemos, no vamos a tener país”, sentenció Donald Trump desde la Casa Blanca luego de asumir la Presidencia de Estados Unidos.
Como buen populista y mentiroso compulsivo, durante los siguientes cuatro años se dedicó a pisotear la ley.
Se creyó por encima de la legalidad e intentó invalidar el legítimo triunfo de Joe Biden en las elecciones presidenciales de noviembre de 2020.
Ahora paga las consecuencias y se enfrenta al inminente arresto por el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021.
“Imputado”, es el nombre preciso, que en nuestra jerga judicial equivale a “vinculado a proceso”.
Podrá seguir su caso en libertad, hasta que sea encontrado culpable.
Eso prácticamente (es decir, casi) asegura el triunfo a Joe Biden en las elecciones presidenciales de noviembre del próximo año en el país vecino.
Será un respiro para México y para quien nos gobierne a partir de octubre de 2024.
Trump dice que, imputado o no imputado, aun desde la cárcel, él no abandonará la carrera por la Presidencia de Estados Unidos.
Puede hacerlo, en efecto, aun estando tras las rejas porque hará apelaciones que, de ser el caso, llegarán a la Suprema Corte de Justicia.
Lo que hunde a Trump es el proceso mismo. Conspiró contra la democracia de su país, contra el funcionamiento de las instituciones y obstruyó la justicia, desde el más alto cargo de la nación.
De eso se trata la imputación que llegará en cualquier momento. Durante las audiencias y la discusión pública, Donald Trump asumirá el desprestigio que en Estados Unidos implica el abuso de poder para violar la ley.
No tendrá el voto de los independientes ni de los moderados, que necesita para ganar.
Biden, el anciano político estadounidense que no entusiasma a nadie, acompañado por una vicepresidenta que en el mejor de los casos podríamos llamar irrelevante, habrá enterrado al gigante millonario, populista, xenófobo y antimexicano Donald Trump.
Tiene pros y contras. Es alentador que no regrese a la Casa Blanca un hombre temperamental y aislacionista, dada la circunstancia que vive el mundo: la guerra de su amigo Putin contra Ucrania, la soberbia militarista de Xi Jinping y el regreso de los nacionalismos en Europa occidental. La necesidad de luchar contra el cambio climático y dar un cauce civilizado a la migración.
Lo negativo es que Trump conserva la base ruda de los republicanos, que harán suyo el argumento de que la imputación es una maniobra política para restarle posibilidades de volver a la Presidencia.
De esa manera, la confianza en las instituciones de justicia de Estados Unidos se va a erosionar.
El daño será grande, aunque lo sería mayor si se dejara a Trump en la impunidad, luego del intento por impedir que su adversario asumiera la Presidencia que ganó en las urnas.
Estamos ante un hecho inédito, porque Trump violó la ley durante su ejercicio presidencial.
Por usos y costumbres, el Departamento de Justicia nunca ha procedido criminalmente contra un presidente en funciones.
Richard Nixon, Bill Clinton y Donald Trump fueron investigados penalmente mientras estaban en el cargo, pero ninguno fue procesado durante el ejercicio de su mandato.
El manto protector del presidente desaparece automáticamente una vez que deja el cargo, con lo cual cualquier acción ilegal durante su presidencia queda sujeta a los tribunales regulares.
Trump ha aprendido de la manera más cruda que sus acciones antes, durante y después de su presidencia, lo hacen responsable ante la ley.
Hasta el momento ha sido objeto de dos imputaciones criminales y acaba de ser notificado de una tercera acusación criminal.
El reciente 4 de abril Trump hizo historia al convertirse en el primer expresidente en la historia de Estados Unidos en ser arrestado, fichado y acusado por parte de los fiscales estatales de Manhattan.
El encausamiento detalla 34 imputaciones derivadas del pago de dinero a cambio de silencio a dos de sus amantes, que habrían recibido 130 mil y 150 mil dólares respectivamente para no afectar su campaña presidencial de 2016.
Luego, Donald Trump se convirtió en el primer expresidente en ser fichado por imputaciones federales, con 37 acusaciones en su contra por espionaje, obstrucción de la justicia y declaraciones falsas que podrían costarle una condena de 370 años de prisión por sustraer ilegalmente documentos secretos.
Y esta semana, la oficina del fiscal especial del Departamento de Justicia, Jack Smith, notificó a Trump que es centro de la investigación criminal por la insurrección e invasión del Capitolio el 6 de enero de 2021, por la cual ya han sido arrestadas 950 personas en los últimos dos años.
Eso indica que su arresto es inminente, porque los fiscales han acumulado evidencia suficiente para proceder con la imputación criminal.
La justicia le concede al acusado, en este caso Trump, la oportunidad de presentar su versión de los hechos ante un gran jurado.
Es el destino de algunos populistas y mentirosos compulsivos, artífices de narrativas maniqueas, que creen estar por encima de la ley eternamente, sostienen actitud retadora ante las instituciones, denigran a jueces que fallan en su contra y se aferran al poder a toda costa.
Para ellos el fin siempre justifica los medios y temen a la reacción de sus adversarios políticos.
Ni Trump escapa a ese destino.