La incertidumbre que generó el formato de cronometrada estrenado de forma puntual este fin de semana en Hungría, y que Lewis Hamilton avivó todavía más al adjudicarse su primera pole position en un año y medio, quedó reducida a escombros en apenas tres segundos. Ese fue el tiempo aproximado que tardó Max Verstappen en adelantar al Mercedes del británico, que sufrió un apagón como el de los semáforos y se quedó clavado en el peor momento imaginable. “Lo siento, chicos”, se disculpó Hamilton, de forma prácticamente inmediata, por la radio. Sin el piloto de Stevenage y con el panorama completamente despejado, Verstappen dio la razón a quienes no se dejaron enredar por la reformulación del sábado y le señalaron a él, y solo a él, como el principal favorito a llevarse el triunfo el domingo.

En solo 23 giros, el actual campeón se fabricó a su espalda un hueco lo suficientemente grande como para afrontar la primera visita a los talleres sin perder el mando. A partir de ese momento, Mad Max circuló completamente solo, directo hacia su noveno triunfo de la temporada, el séptimo consecutivo y el 44º de su hoja de servicios. Por lo demás, esta es la 12ª victoria que encadena Red Bull, la mejor racha de la historia del certamen, y la undécima de la escudería energética desde que el Mundial echó a rodar. En caso de que la tropa de Milton Keynes vuelva a ganar en Bélgica, la semana que viene, superará la plusmarca que McLaren fijó en 1988, aquel ejercicio en el que Ayrton Senna y Alain Prost coincidieron bajo el techo del mismo garaje.

Una vez completado el primer cambio de gomas, el holandés desapareció, de la vista de sus rivales y también de la de los telespectadores, más entretenidos en las distintas grescas que se dieron por la zona media del pelotón que en la somanta que les dio a todos el bicampeón de Hasselt. En este sentido, una de las más interesantes fue la partida de ajedrez que mantuvieron los dos McLaren, revitalizados en las últimas fechas y que recolocan a la estructura de Woking como la segunda fuerza de la parrilla. El podio de Lando Norris hace 15 días, en Silverstone, dejó a más de uno con la cara que se le queda a un besugo en la nevera. El rendimiento exhibido por el MCL60 en un trazado tan distinto es la prueba del algodón que confirma que los bólidos papaya han dado un salto de calidad descomunal desde el arranque del campeonato, la mayor recuperación de todas las que se han visto hasta el momento. Con dinamita bajo sus traseros, Norris y Oscar Piastri se quitaron de en medio a Hamilton antes de la primera vuelta y quedaron a merced de la voluntad de los estrategas que guían a uno y otro desde el muro.

En este caso, McLaren decidió apostar por el británico en vez de hacerlo por el australiano, que vio cómo su propio equipo le hacía la trece catorce en la primera parada para invertir las posiciones. Un acierto si tenemos en cuenta que Norris terminó el segundo mientras que Piastri lo hizo el quinto después de ir claramente de más a menos, siendo finalmente engullido por Hamilton (cuarto). El podio lo completó Checo Pérez, que adelantó a seis rivales en una escalada que, de durar la prueba cinco vueltas más, probablemente habría terminado con un nuevo doblete para la marca del búfalo rojo. La caprichosa selección de compuestos hecha por Pirelli para este gran premio puso pimienta a unos últimos giros que se hicieron interminables para unos y que pasaron volando para otros.

Carlos Sainz cruzó la meta el octavo, mientras que Fernando Alonso lo hizo el noveno, un mal resultado para Aston Martin en uno de los escenarios que, sobre el papel, debía favorecer el perfil de un AMR23 que poco a poco parece ir perdiendo pegada.