El periodismo ha enfrentado tradicionalmente desafíos como negocio en México debido a la falta de hábito de lectura en la población, lo cual limita la viabilidad de financiarse a través de publicidad. Sin embargo, es importante destacar que en el pasado ha sido rentable.
Históricamente, los periódicos y las revistas han dependido de los ingresos publicitarios tanto del Gobierno como de las ventas de ejemplares para sustentar sus operaciones. Muchas organizaciones de noticias han logrado generar ganancias significativas a lo largo de los años y han reinvertido en periodismo de calidad. No obstante, el panorama actual está cambiando, y un ejemplo de ello es el caso de la revista Proceso. A partir del 1 de julio, esta emblemática publicación, que ha sido una referencia para una generación de periodistas, dejará de ser semanario impreso y pasará a ser exclusivamente una publicación mensual digital, marcando así el fin de una era.
Recientemente, he observado a columnistas de la vieja escuela elogiando al gobierno y respaldando su estrategia de reducir los gastos de publicidad, aunque esto implique destinar los recursos limitados únicamente a aquellos medios y periodistas que defiendan la realidad que promueve el gobierno morenista. Esta situación está llevando a los periodistas a enfrentar una difícil decisión: buscar otras oportunidades profesionales o alabar al gobierno en la esperanza de obtener algún tipo de acuerdo.
La hipocresía de la prensa en el estado de Sonora es tan palpable que uno podría cortarla con un cuchillo. Basta con hojear las webs improvisadas de reporteros locales para darse cuenta de que las noticias que perjudican a los gobiernos municipales o al todopoderoso gobernador Alfonso Durazo simplemente no existen, solo hay espacio para los boletines oficiales redactados en el gobierno. Es como si viviéramos en un mundo de fantasía, donde todo es color de rosa y las autoridades nunca cometen errores. Qué maravilloso sería vivir en ese mundo de ensueño.
Aunque la prensa en Sonora se empeñe en ignorar la realidad, se atreven a golpearse el pecho hablando sobre el verdadero periodismo. ¡Vaya paradoja! Mientras se llenan la boca con palabras grandilocuentes sobre la libertad de prensa y la necesidad de profesionales de la comunicación, ignoran por completo los problemas que azotan a la ciudadanía. Todo en aras de no perjudicar la narrativa del gobierno del “aquí no pasa nada”.
No nos dejemos engañar por las nostalgias de los periodistas que añoran los gloriosos años 80 y 90. En realidad, el periodismo nunca ha sido y nunca será un negocio lucrativo. Es más rentable vender tacos en la esquina que escribir noticias.
Es cierto que el periodismo ha enfrentado desafíos financieros en los últimos años. El modelo de negocio tradicional se ha tambaleado y ha tenido que reinventarse. Pero a pesar de todo, sigue siendo una profesión esencial para informar al público y mantener una sociedad informada. Claro, si es que los periodistas se dignan a hacer su trabajo de manera imparcial y valiente, sin temor a represalias o a perder los sobres del poder.
La clave, dicen los expertos, es encontrar nuevos modelos para ganar dinero en el periodismo. Quizás deberían empezar a vender tacos junto con las noticias. Imaginen los titulares: “Esta semana, el alcalde de Ciudad Obregón inaugura obra, si lees mi columna, el cuarto taco es gratis” Seguro que eso atraería más lectores y llenarían estómagos de paso.
En fin, la prensa en Sonora sigue nadando en un mar de contradicciones. Hablan de libertad de prensa mientras la coartan, añoran los viejos tiempos mientras se niegan a adaptarse a los nuevos desafíos. Tal vez algún día despierten de su letargo y se den cuenta de que el periodismo real no es solo un juego de palabras, sino una responsabilidad con la sociedad. Pero hasta entonces, nos quedaremos con los tacos. Al menos esos nunca nos defraudan.