De manera tardía y a dos años de que el presidente Andrés Manuel López Obrador destapó sus “corcholatas” para conseguir la candidatura de Morena hacia 2024, el PAN echó andar su proceso interno para elegir al cuadro que buscará Palacio Nacional –todo parece indicar, en coalición con el PRI y PRD–.
El proceso panista, tan informal como el del oficialismo, se inició con una serie de episodios públicos que evidenciaron las diferencias entre los grupos internos, repitiendo el conflicto entre calderonistas y santiaguistas, pero también exponiendo las dudas e indefiniciones sobre el método de elección de candidato y la necesidad de sacudirse los nombres de quienes en estos años han enfrentado problemas judiciales.
El banderazo albiazul ocurrió el 1 de mayo último, cuando el dirigente nacional del PAN, Marko Cortés Mendoza, se reunió con dos figuras panistas: el excandidato presidencial Ricardo Anaya Cortés y el exgobernador de Tamaulipas Francisco Javier García Cabeza de Vaca, quienes intentan construir su candidatura presidencial.
Protagonistas de escándalos de corrupción, que hasta ahora no han logrado probarse, pero que al exidirigente nacional del PAN lo llevaron a autoexiliarse en Estados Unidos, y al exgobernador haber pasado meses semioculto, el encuentro del 1 de mayo se centró públicamente en la revisión de las agendas migratoria y de seguridad, en perspectiva binacional.
La reunión se realizó en Houston. Ahí Marko Cortés habría intentado disuadir a los dos políticos de mantenerse en la búsqueda de la postulación presidencial.
El 5 de mayo pasado, con un video de confección precaria, difundido en redes sociales, García Cabeza de Vaca difundió su intervención en la plenaria de diputados locales panistas, en la que dijo: “Yo no aspiro a ser candidato, yo lo que quiero y puedo es ser presidente.”
Ese mismo día y en el mismo acto, e inclusive casi con las mismas palabras, el diputado Santiago Creel Miranda anunció su intención: “Quiero rescatar, reconciliar y reconstruir con R de República, porque quiero, porque debo y porque puedo, porque todo se lo debo a México, como políticamente todo se lo debo al PAN.”
Para entonces, la senadora María Lilly del Carmen Téllez García había expresado desde un año antes su interés en ser candidata presidencial, pero fue el 22 de mayo último cuando su aspiración se convirtió en irrupción dentro de un proceso que incorporaba elementos novedosos, pero que la comunicadora calificó de “aduana” y atribuyó la autoría a Creel Miranda:
“Esta aduana tiene nombre. Santiago Creel ¿es justo que compitas y diseñes el método al mismo tiempo? Apelo a tu talante democrático: compitamos con piso parejo”, escribió en su cuenta de Twitter.
La candidatura de Creel, construida en secreto a voces y con enorme influencia detrás de las dirigencias nacionales desde hace al menos una década, fue puesta así en el centro de la discusión por la única aspirante sin trayectoria panista, y cuya carrera política se inició en 2018, cuando dejó TV Azteca para ser candidata al Senado por Sonora, en fórmula con Alfonso Durazo, por Morena, y quien, con un estilo personal estridente, se colocaba para entonces como puntero en diferentes estudios de opinión.