El avance sin freno de Morena: una década para borrar al PRI del mapa

Ni diez años le ha costado a Morena convertirse en la fuerza preponderante en México, cubriendo de guinda el mapa donde antes mandaba el PRI. Pocas regiones se le resisten. Las que lo hacen ven crecer al partido a un ritmo sostenido, como si no hubiera otro camino que ceder a su poder. Hace diez años, Morena ni siquiera existía. Hace siete, no tenía una sola de las 32 gubernaturas del país y carecía de poder en el Congreso. Ahora cuenta con los dedos de las manos los Estados que le faltan. Para bien o para mal, la Cámara de Diputados y el Senado se han convertido en su sala de juntas.

Delfina Gómez junto a algunos seguidores en Tlatlaya (Estado de México), el 20 de mayo.
Delfina Gómez junto a algunos seguidores en Tlatlaya (Estado de México), el 20 de mayo.

Con la victoria que anticipan las encuestas en el Estado de México, el partido del presidente, Andrés Manuel López Obrador, consolidaría un impresionante poder territorial de cara a las elecciones presidenciales del año que viene. Serían ya 22 gobiernos estatales, hogar de 89 millones y medio de habitantes: dos de cada tres mexicanos vivirían en regiones gobernadas por Morena. Con el Estado de México, la formación acumularía más poder que el PRI en su última etapa de poderío, coronada en 2012, con la victoria de Enrique Peña Nieto en las presidenciales y su reflejo en el Congreso.

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El académico Humberto Beck, docente en el Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México, destaca precisamente la capacidad de Morena para romper barreras. “Si uno mira el mapa de las gubernaturas, se ve claramente que Morena rompió la estructura geográfico-política que prevaleció en el país durante los años de la transición”, explica, en referencia a los dos sexenios del PAN al frente del Gobierno, primero con Vicente Fox y luego con Felipe Calderón, de 2000 a 2012.

“El norte favorecía al PAN o al PRI y el sur al PRI o al PRD. Eso era muy evidente”, explica Beck. “Y ahora esto se rompió. Morena está en Baja California y Baja California Sur, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas”, añade. “Ganar el Estado de México implica romper una de las grandes barreras que quedan, ello por la asociación histórica de la región con el PRI. Ya habían roto la barrera del norte con el PAN, romper ahora la del Edomex implicaría un nuevo grado de consolidación territorial que cambia las coordenadas de la política”, argumenta.

Juan Jesús Ramírez, coordinador de la licenciatura de Estudios Políticos y Gobierno de la Universidad de Guadalajara, abunda en la importancia para Morena de una posible victoria en esta región de cara a 2024. “De cada 1000 votantes en el país, 120 o 130 están en el Estado de México. Mira la diferencia: Coahuila apenas aporta 25 de cada 1000. Esa es la diferencia”, explica. “Sería un gran avance en términos de posicionamiento, de consolidación, porque es un estado históricamente priista, hogar de uno de los grupos fuertes del partido, el grupo Atlacomulco, al que pertenece Peña Nieto”.

El PRD y el Maximato

Además de contundente, la subida de Morena ha sido meteórica estos años, más teniendo en cuenta sus inicios. El fracaso de López Obrador en las presidenciales de 2012 le dejó en una mala posición dentro del PRD. El tabasqueño había perdido por segunda ocasión las elecciones, esa vez por un amplio margen, no como las de 2006, en las que apenas un puñado de votos le separaron del cargo. López Obrador denunció fraude entonces y ocupó el centro de Ciudad de México durante meses, llegando a nombrar su propio gabinete en resistencia. Pero en 2012 las cosas habían cambiado. El PRD pensaba que el futuro pasaba por la renovación y López Obrador decidió salirse por la izquierda. Eran los inicios de Morena.

Al partido le costó arrancar. De su nacimiento como movimiento político en 2012, a su conversión en partido, en 2014, hasta sus primeras victorias, pasaron cuatro años. Hoy, la situación ha dado la vuelta por completo. El PRD se aboca a la desaparición, dirigido en la sombra por los mismos que miraban al actual presidente por encima del hombro. No le quedan gubernaturas y su alcance en el Congreso se achica con cada elección. Sus cotos de poder se reducen a unas pocas alcaldías de la Ciudad de México, que dominan en coalición con el PAN, alianza impensable hace diez años.

López Obrador en 2012 cuando era candidato presidencial, junto 
a Ricardo Monreal y el dirigente del PRD, Jesús Zambrano.
López Obrador en 2012 cuando era candidato presidencial, junto a Ricardo Monreal y el dirigente del PRD, Jesús Zambrano.

La pregunta ahora, más allá del Estado de México, es si Morena ha llegado al límite o todavía tiene margen de crecimiento. Y, de ser así, dónde, cómo y por cuánto tiempo. Para Beck, un mayor crecimiento es posible. “Hay cotos de poder accesibles. Por ejemplo, en el Bajío”, dice, en referencia a estados del centro, como Querétaro, Guanajuato, incluso Jalisco, todavía en manos del PAN y Movimiento Ciudadano. “Lo mismo ocurre en la mitad de los estados norteños. Nuevo León, Chihuahua y Durango siguen estando en manos de la oposición”, añade.

El experto apunta que la clave a futuro será, “más que el dominio ideológico, la asociación con el poder presidencial. El que un partido tenga poder presidencial genera magnetismo político, que impulsa alternancias”, dice. Y no solo magnetismo. “Los estados tienen una independencia presupuestal limitada. Siguen recibiendo cantidades considerables de la Federación. En la medida en que esos recursos están mediados por el poder central, quien tiene la presidencia determina la esfera política a local”, continúa. “En caso de que Morena gane en 2024, y se mantenga el empuje de López Obrador, el partido podrá seguir disputando cotos de poder históricos”.

Tanto Beck como Ramírez señalan un obstáculo: el escaso desarrollo institucional del partido guinda, en vistas a un futuro sin su fundador. O, en palabras de Ramírez: “la gente ve a López Obrador, no a Morena. Una vez deje la política, el partido perderá esa fortaleza”. El experto dice: “A partir de 2024, López Obrador dejará de ser el centro de atención. Ahora, el partido sigue unido, más adelante veremos que pasa. La cohesión dependerá de lo que ocurra en el proceso electoral. El problema sería que haya candidatos inconformes con el resultado de las encuestas”, dice, en referencia al sistema de elección de Morena de cara a las presidenciales de 2024. “Ante una eventual ruptura entre Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, etcétera, habrá estados que estarán más con uno que con otros, y podrían darse desligamientos”.

Seguidores del PRI, PAN y PRD ondean banderas de la coalición en un acto de campaña en el Estado de México, el 5 de abril.
Seguidores del PRI, PAN y PRD ondean banderas de la coalición en un acto de campaña en el Estado de México, el 5 de abril.

Al final, Morena y el futuro político del país dependerán de la fortaleza transexenal del actual presidente. “De manera formal o informal, su liderazgo seguirá siendo el aglutinador de esa agrupación. Tomando eso en cuenta, creo que ese liderazgo le permitirá seguir disputando regiones, donde la barrera no se ha roto. Porque aunque AMLO no esté en la presidencia, su liderazgo se conjugara con la continuidad de Morena en Palacio Nacional”, dice Beck.

Ramírez plantea una paradoja como futuro posible para Morena y el país. “En la medida en que la imagen de López Obrador se debilite, se acabará la inercia a favor de Morena. Pero si la sociedad tiene la sensación de que, gane quien gane la presidencia en 2024, es López Obrador quien lo mueve, para Morena sería bueno”, dice. El experto recuerda el Maximato, los años en que el gran jerarca del régimen posrevolucionario, Plutarco Elías Calles, a la postre fundador del PRI, controlaba a los presidentes que le sucedieron. “Veo difícil que ocurra como entonces, pero podría ocurrir que mantenga presencia mediática”, dice, apuntando al mandatario.

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