Fidencio Alejandro González Esparza, El Janos, fue testigo en primera fila de la masacre en Bavispe: cuando sicarios de La Línea asesinaban a tres mujeres y seis niños de las familias Miller, Langford, Johnson y LeBarón, él, junto con otros tres “comandantes”, estaba en la punta del cerro grabando todo.
Por miedo, arrepentimiento o quizá buscando librarse de la inminente persecución que se vendría, El Janos dijo querer confesar lo que ocurrió esa fatídica mañana del 4 de noviembre de 2019 en la brecha que conecta Sonora con Chihuahua.
De acuerdo con lo que se ha revelado en el juicio en contra de González Esparza, el cual inició el lunes y que se reanudará el viernes en los juzgados del penal de máxima seguridad del Altiplano, El Janos quería confesar su participación en la masacre, antes que a nadie, a Esteban Langford, hermano de una de las víctimas y a quien, desde hace cinco años, le vendía abono para sus árboles de nogales que hay en La Mora, el rancho donde habita esta comunidad mormona en la sierra de Sonora.
A decir del propio Janos, los Langford sabían que él pertenecía al cártel de La Línea y quería explicarles que era “tirador” de droga y halcón en el ejido Pancho Villa en Chihuahua, pero no sicario y sólo fue obligado por sus superiores a guiar al resto de los sicarios en la brecha que se cometió la masacre.
Cinco días después de la matanza, el propio Janos se dijo arrepentido de escapar a Chihuahua y, en cambio, decidió ir a La Mora para confesar y que las autoridades pudieran dar con los asesinos.
En su decisión de confesar también influyó la concubina de El Janos, quien “llorando” le reprochó el cómo pudieron haber matado a niños y mujeres de la comunidad mormona de La Mora, según lo reconoció el propio González Esparza ante el Ministerio Público de la Federación de la Unidad Especializada en Investigación de Terrorismo, Acopio y Tráfico de Armas de la Fiscalía General de la República (FGR).
Consta en este proceso por el delito de delincuencia organizada que, a cambio de su confesión, El Janos pediría a los Miller, Langford, Johnson y LeBarón que lo ayudaran porque también tenía miedo de que su propio cártel lo quisiera matar.
Pero antes de que siquiera pudiera llegar a La Mora, en pleno cerro, militares detuvieron a El Janos, la que se convirtió, quizá, en la captura más importante en este caso porque, gracias a información extraída de su celular como contactos, mensajes, llamadas, audios, conversaciones de WhatsApp, fueron cayendo uno a uno los presuntos responsables de la masacre, pues también proporcionó la ubicación de distintos lugares en los que opera la organización criminal La Línea.
Según la narrativa de El Janos, cuando él y los sicarios de La Línea se dieron cuenta de que en realidad habían masacrado a mujeres y niños, incluidos gemelos de siete meses de nacidos, y no a sus contras de la organización criminal Gente Nueva, todos estaban “paniqueados” por lo que había pasado.
González Esparza señaló al Coma Piter y al Coma Chila como los encargados del operativo, pero sobre todo de la confusión que dejó el asesinato de tres mujeres y seis niños de las familias Miller, Langford, Johnson y LeBarón, quienes no sólo murieron por las balas de cuernos de chivo, sino por el fuego del narco.
El Janos también se refirió en particular a Jesús Rafael Arzate Velázquez, El 29, jefe de plaza de La Línea y encargado de supervisar el negocio de la droga como la siembra de mariguana, así como de los sicarios y polleros; además de que Arzate Velázquez le dio el cargo de halcón, le entregó un radio para reportar los movimientos de las autoridades y quien lo obligó a guiar a los pistoleros por la brecha.
Otro señalado por El Janos fue Freddy Calles Romero, El Tolteca, a quien acusó de la agresión en contra de dos de las tres camionetas Suburban, las cuales en total recibieron el fuego de casi medio millar de proyectiles de armas de distinto calibre, igual para cuerno de chivo que cortas.