Su capital político le ha permitido separarse parcialmente de sus aliados sin llevar el conflicto a la ruptura, como ocurrió en San Luis Potosí en 2021, cuando postuló junto con el PT a un candidato distinto a Morena. Y ganó la gubernatura. O en las elecciones a celebrarse el próximo domingo en Coahuila, donde apostó por Lenin Pérez Rivera, un político con arraigo local que desoyó el llamado de la dirigente nacional del PVEM, Karen Castrejón, quien junto con el líder morenista Mario Delgado anunció que los verdes apoyarían a Armando Guadiana.
Ni la advertencia de que Morena podía reconsiderar su sociedad con ellos en 2024 surtió efecto. La aparente rebeldía de Lenin Pérez más bien confirmó que el PVEM puede ser el partido más infiel de México: con una mano toma a Morena y con la otra juega con un partido local, Unidad Democrática de Coahuila (UDC), la institución que probablemente le redituará alrededor del 5 por ciento de las preferencias electorales, una cifra con la que los verdes se sienten cómodos. Y dentro de la sobrevivencia y el presupuesto.
Además, el amago de Delgado pierde credibilidad al tomar en cuenta la realidad estadística del Congreso de la Unión: si se rompiera la coalición gobernante y el PVEM –con sus 41 diputados y seis senadores– y el PT –con sus 33 y seis– pasaran a la oposición, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador quedaría por primera vez en minoría y expuesto a los embates de un Poder Legislativo enemistado, pues Morena retendría solo 201 curules en la Cámara Baja, frente a 299 de sus rivales, y 60 en la Alta (más cuatro del PES), ante 68 opositores.
Aunque la asociación con el obradorismo no ha representado un aumento en el número total de votos, sí le ha permitido mantener sus niveles de presencia en la Cámara de Diputados: en su mejor momento con el PRI, 2015, alcanzó 47 curules; en 2021, ya con Morena, obtuvo 43 asientos.
Su fama de libertinaje político, al haber sostenido asociaciones electorales con todas las fuerzas con registro y muchas de las que lo han perdido, no es exclusiva pero sí la más destacada: si el PT se ha sumado a 41 campañas exitosas a gobernador, de las que dos terceras partes se plantearon por la izquierda, el verde ha contribuido a poner 64 gobernadores, en dos periodos: en el primero, que fue desde su origen hasta 2018, fungió como pata de 48 candidaturas exitosas del PRI, tres del PRD y dos del PAN; el segundo, que inicia cuando le dio la espalda al PRI para montarse en la ola de AMLO en 2019, fue extremidad inferior de 10 campañas ganadoras de Morena, y superior –con el PT por debajo– en una, la ya mencionada de San Luis Potosí.
La familia del fundador del partido, Jorge González Torres, y sus asociados pueden sentir que el lopezobradorismo no les ha dado réditos equivalentes a los que obtuvieron del tricolor de Enrique Peña Nieto, cuando el verde llegó a sus mejores resultados en las urnas y las cámaras. Pero ante las perspectivas pesimistas que plagan a la oposición, no disponen de otras alternativas viables.
Los verdes aún tienen como presión el fracaso del intento de colar en el llamado Plan B electoral –contra la voluntad explícita del presidente– la “cláusula de la vida eterna” (por la que los partidos mayoritarios, como Morena, podrían haberles transferido votos a los más pequeños para asegurar que mantuvieran el registro aunque perdieran el respaldo popular). Este naufragio deja en riesgo de desaparición a los partidos minoritarios (PVEM, PT e incluso PRD), que en las encuestas promedian por debajo del piso mínimo exigido de 3 por ciento de la votación.
Clímax con Peña Nieto
Que la existencia del PVEM dependa del lopezobradorismo es irónico cuando esa organización fue impulsada por Carlos Salinas de Gortari (con la intervención directa de Manuel Camacho Solís) para derrotar al movimiento que le dio origen, el de Cuauhtémoc Cárdenas. Aunque el ex priista González Torres se sumó a su campaña en 1988, con unos pocos seguidores, en 1991 y 1994 tanto su partido como el PT presentaron candidaturas para confundir a los votantes preocupados por el medio ambiente, en el primer caso, y por las causas de izquierda y de las mujeres, en el segundo, y alejarlos así del cardenista PRD.
El PVEM obtuvo votaciones escasas en sus primeros años. Solo en 1997 logró refrendar su registro, con 1.1 millones de votos y una bancada de ocho diputados. En 2000, supo subirse a la ola del momento, la del panista Vicente Fox, que le permitió doblar su grupo de diputados y quintuplicar el de senadores.
El efecto Fox fue de corta duración. El Verde optó por esposarse al PRI y mantuvo su presencia legislativa hasta que, en el sexenio de Felipe Calderón, el acusado debilitamiento del PAN y la operación que llevó a Peña Nieto a la presidencia le dieron un fuerte impulso: saltó del millón de votos de 2003 a 2.3 millones en 2009 y a 3 millones en 2012.
Además, en ese año, el verde Manuel Velasco, también en alianza con el tricolor, le dio al partido su primera gubernatura, la de Chiapas. En 2015, acuerdos favorables con el PRI llevaron al PVEM a la cima de su poder, con el 7 por ciento de la votación válida nacional, 47 diputados y nueve senadores.
Colapso con el PRI
En ese momento, sin embargo, el PRI se asomó al abismo. Al año siguiente perdió cuatro gubernaturas y por primera vez desde 1929, controló menos de la mitad de los estados del país, con 15. En 2018, ya eran solo 12, y José Antonio Meade, como candidato presidencial de la alianza PRI-PVEM, obtuvo el peor resultado histórico del partido tricolor.
En comparación, la caída del Verde fue menor, al bajar de 2.7 millones a 2.6 millones de votos. Pero su fracción de diputados se redujo a la tercera parte. Y perdió Chiapas, arrasado por el movimiento de López Obrador.
Era tiempo de cambiar de padrino. En el Congreso de la Unión, sus legisladores abandonaron a los priistas para adherirse a la nueva aplanadora presidencial formada por los de Morena, PT y PES.
Sus esfuerzos se vieron recompensados en 2021: aunque la unión de PRI, PAN y PRD logró reducir el número de diputados de la alianza oficialista de 324 a 278, el PVEM casi los triplicó al elevar su bancada de 16 a 43 curules (+168 por ciento) gracias un trato especialmente favorable en el reparto de candidaturas del acuerdo de coalición de los tres partidos obradoristas. En cambio, los de Morena bajaron de 198 a 191. Y el más perjudicado fue el PT, que pasó de 61 a 37 (–39 por ciento).
El PVEM quedó, por lo tanto, en posesión de la llave de la mayoría legislativa de Morena, pues no hace falta que se retire el PT para que la pierda: con los números actuales, tras dos años de trasvases de diputados entre las fracciones, sin los legisladores verdes, el oficialismo retendría sólo 234 curules, 17 por debajo de la mitad más uno. Esto es sin duda una poderosa carta de negociación.
Como también lo es, por el lado opuesto, que las encuestas apenas le dan al Verde entre 2 y 3 por ciento de las preferencias hacia las elecciones de 2024: sin la mano de López Obrador, corre el riesgo de desaparecer a nivel federal.
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