El general Luis Crescensio Sandoval pasó en muy pocas horas de decirle a Ricardo Monreal que se presentaría en el Senado para dar cuenta del rumbo de la Sedena a enviar una serie de informes por escrito y prácticamente descartar su aparición en un escenario que puede salirse de control, fundamentalmente porque el Gobierno no consigue explicar el fabuloso patrimonio del jefe del Ejército que tiene su epicentro más reciente en un departamento en el Edomex.
En Palacio alegan que Adán Augusto López Hernández intervino y le recomendó a Sandoval que no expusiera a la administración a nuevos ataques por el inmueble y que se espera que el tema pierda densidad en los próximos días.
Es notable: el oficialismo parece más inquieto por este affaire que por los emprendimientos comerciales de los hijos del presidente. Todo tiene lógica, especialmente si se considera que el mecanismo detrás del departamento de Huixquilucan alcanzaría otro tipo de bienes y, fundamentalmente, a algunos empresarios de mucha mayor cuantía que la proveedora de insumos en cuestión. Sucede que la gama empresarial de los militares es muy amplia.
Los principales inconvenientes detectados por Segob pueden provenir de las senadoras Lilly Téllez y Xochil Gálvez, que aunque no pertenecen a la comisión correspondiente a la visita del general, como senadoras tienen la posibilidad de presentarse, pedir la palabra y arremeter.
El Gobierno no quiere que Téllez crezca. En su lógica agonal, el candidato del PAN, con destino predecible, debe ser Santiago Creel. La senadora puede convertirse en un elemento muy difícil de controlar.
El movimiento exhibe además una clave electoral: Adán Augusto está en su mejor momento con el poder militar. Una afinidad que comenzó con cenas y veladas de camaradería y que se terminó de forjar en los hangares donde se ubican los jets de la Sedena en los cuáles el secretario recorre el país. Un privilegio vedado para otros suspirantes como Claudia Sheinbaum o Marcelo Ebrard.