La violencia en este país, en todas sus manifestaciones, ya se convirtió en la principal preocupación de una población temerosa de estar en el lugar y hora equivocados. Con su política de avestruz el régimen se convierte en blanco de las críticas y movimientos por la paz y seguridad. El más reciente caso de resonancia nacional, el de la joven regia Debanhi Escobar ya se convirtió en símbolo de lucha para mujeres que responsabilizan al gobierno de la situación de peligro constante en que se encuentran.

Mientras amplios grupos toman las calles para gritar su inconformidad e impotencia, el gobierno toma las cosas con demasiada calma, hasta para declarar alertas de género. En cualquier momento podríamos presenciar aquellas concentraciones de millones de personas que hicieron temblar las piernas del siempre arrogante gobierno federal.

Todas esas manifestaciones se convierten en votos de castigo.

Más la lucha de los ambientalistas liderados por “los famosos” que se oponen a la destrucción de la selva en una desordenada, improductiva e ilógica obra del tren maya. AMLO debe recordar que esos “famosos” contribuyeron en buena medida a su triunfo electoral en 2018. “Los famosos” dan, “los famosos” quitan.

Más la población que clama por medicamentos.

Más los que exigen un mejor sistema de salud.

Más los que se quejan por la situación económica y la inflación.

Más los que critican a toda la clase política, empeñada en dividir aún más a una dividida población.

Más…

Son muchos más que se convierten en menos votos para el movimiento transformador de AMLO.

En este sitio usted puede leer una inteligente columna escrita por Jorge Volpi, titulada “La invención del narco”. Obviamente se refiere a los cárteles de las drogas y el rol que juega el Estado en una compleja relación de entendimiento que a nadie sorprende. Al respecto, narra: todas nuestras ideas sobre el narcotráfico, y en particular sobre la guerra desatada en su contra, proceden de la narrativa articulada por Estados Unidos desde fines de la Segunda Guerra Mundial.

Y aborda el tema con una lógica que deja reflexionando al lector, para rematar en su escrito: Si Peña no hace otra cosa que bajar un poco el volumen al discurso de la guerra sin alterar la estrategia, López Obrador da unos cuantos pasos hacia delante -hoy visibilizados con la clausura de la unidad de investigaciones especiales de la DEA en México- solo para retroceder todavía más. De un lado, modifica la narrativa e intenta enfocarse en las causas de la violencia, mientras del otro extrema la militarización extendida a todas las áreas de su gobierno y se desentiende de la reforma al sistema de justicia. Paradójicamente, entramos en una era sin guerra -sin palabras de guerra- donde el Ejército está en todas partes. Con AMLO, el estado de excepción permanente se vuelve aún más perverso: ahora el “pueblo uniformado” se halla, con y sin uniformes, en cada resquicio donde el Estado tiene un lugar.