Una derrota, como la de hoy, debe ser muy difícil de tragar para alguien tan poderoso como el fiscal Alejandro Gertz Manero.
Es que perdió en todos los frentes: jurídicamente le dieron palo, políticamente sus enemigos lo han pisoteado y en la arena pública ahora es visto como un abusador del poder, como un funcionario vengativo que despierta miedo, sí, pero que al mismo tiempo puede ser vencido.
En cualquier país con decencia el fiscal hubiera renunciado, la paliza de la Suprema Corte de Justicia fue brutal: quedó claro que manipuló al sistema, que usó favores con su influencia sobre jueces locales, se evidenció su misoginia y su insensibilidad cuando argumentó la “obligación” que tenía una anciana sobre el cuidado a la vida de su hermano y, para colmo, con la llamada filtrada hace unas semanas, todo el país fue testigo de su intención de manipular a los ministros como si fuesen unos títeres a su arbitrio.
Por desgracia, nadie podrá probar si el móvil en esta maquiavélica trama de un hombre lleno de resquemores como Alejandro Gertz Manero nació por el dolor que le causó la pérdida de su hermano Federico, ya casi enfermo terminal antes de morir, o si el motivo radicó en otros intereses mucho más oscuros.
Como sea, al menos se hizo justicia en esta vez. Una de cal por las que van de arena, pero ¿cuántas otras personas estarán sufriendo lo mismo que Alejandra Cuevas?, ¿cuántos inocentes en prisión?, ¿cuántos culpables gozando del poder en la total impunidad?
Al menos se hizo justicia, al menos por una vez.