En la última semana el ex senador Emilio Gamboa presumió su buen tino entre allegados y conocidos. A raíz de la salida de Santiago Nieto del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el político yucateco recordó en diversos mensajes que él se casó hace un mes y que lo hizo en la máxima reserva.
“Yo podría haber hecho una boda más grande que la de Nieto, invitado ex presidentes, dueños de empresas, pero me casé con solo diez personas, hay que tener perfil bajo”, deslizó entre sus amigos.
La frase expresa una realidad ineludible. Las bodas y los festejos de políticos encumbrados del PRI y del PAN se encuentran, desde el inicio de la 4T, entre el permanente dilema entre la ostentación requerida para hombres y mujeres de buena posición y la inteligencia de pasar desapercibidos. El episodio de la boda de Juan Collado, hoy por hoy preso y referente en el pabellón VIP del Reclusorio Norte, encendió todas las alarmas.
Más allá del comentario burlón, Gambo tiene buenos motivos para festejar la salida de Nieto. El ex titular de la UIF seguía la pista de unas propiedades de lujo del ex coordinador de los senadores priistas, en la CDMX.
Más allá de su boda con una política de Coahuila, Gamboa sostiene la discreción en su vida diaria. Protagoniza algunos encuentros en una oficina privada en Polanco, facilita ciertos negocios y sostiene una relación armónica con Alejandro Moreno Cárdenas, con quien tuvo serios conflictos en el pasado.