La crisis sanitaria que viven los mexicanos cambiará nuestros patrones de conducta, de convivencia. Este evento, único en la historia, marcará nuestras vidas y habrá, obviamente, consecuencias en el comportamiento humano, en lo mental, político y económico. Es como un parteaguas, un antes y después del coronavirus. Por lo pronto, suponemos, el Covid-19 debe estar afectando la salud mental de la población. La incertidumbre empieza a dominar nuestros actos.

Los primeros en dar muestras de una afectación mental es el grupo político en el poder nacional. Antes cuidaban algunas formas. Hoy se atacan entre ellos y ellas, se descalifican y al parecer intentan sobrevivir, de salir bien librados de la emergencia nacional. Pocos cumplirán sus deseos. La mayoría sucumbirá en esa guerra fraterna que libran los diferentes grupos políticos, porque sienten que el barco hace agua y por ningún motivo quieren ahogarse.

Antes empezaban las hostilidades por las clásicas ambiciones que generaba la sucesión presidencial, a la mitad del mandato, cuando el Ejecutivo controlaba todo y empezaba a dar juego a los grupos. Hoy ese juego sexenal cambió. Es otra rebatiña política. El presidente ya no lanza al aire dulces y monedas para entretenerse. No. Ahora el presidente luce agobiado, rebasado y débil en todo sentido, con todos los sentidos.

El ejercicio del poder cobró su factura.

Aquí se cumple la vieja sentencia: El poder es como un explosivo: O se maneja con cuidado, o estalla.

Y al presidente le estalló en plena cara.

La política es un juego complejo y retorcido que a todos afecta. Está en todas partes. Es causa y consecuencia de cambios sociales y económicos.

Eso lo estamos confirmando en el escenario nacional. Faltaría por ver las consecuencias de esos cambios sociales y económicos. Ya falta poco para comprobarlo.

Pero lo importante es la salud mental de la población.

Pareciera que somos ratones de laboratorio en un experimento global, masivo.

Queda la duda, obviamente.

Pero de lo que debemos estar seguros es que investigadores de todo tipo estudian los efectos en el comportamiento humano. Es tarea fácil. La gente todo comparte en sus redes sociales preferidas.

Este episodio marcará para siempre nuestras vidas.

Ya veremos cómo nos tratan los estudios que seguramente se publicarán sobre diferentes análisis de este período. Ojalá que esta información ayude a mejorar las políticas públicas.

Habría que analizar, de entrada, si la salud mental de la población se resiente porque piensa que sus gobernantes son valientes o temerosos a la hora de tomar decisiones.

A nivel federal vemos a un gobernante que prefiere dar tiempo para que las calabazas se acomoden al paso de la carreta.

Mientras, en Sonora vemos a una gobernante que asume con valor la decisión de confinar a una población en peligro de ser contagiada por el virus.

El tiempo, con toda su sabiduría, dará la razón a los gobernantes que tuvieron éxito o fracasaron por simple indecisión.

Ansiedad, depresión, estrés o problemas de sueño pueden ser los primeros síntomas de las personas confinadas. Pero uno a todo se acostumbra. Hasta al encierro voluntario.

Ya superada esta etapa vendrá todo un reto: La preocupación por la situación laboral, la incertidumbre por el futuro, que, obviamente, también quita el sueño.

Y aquí es donde deben aparecer los gobernantes, con programas de ayuda para los más afectados, que serán los más humildes.

Pero también deben rescatar a los pequeños y medianos empresarios, en cuyas espaldas descansa la mayor parte de la economía nacional. Son los mayores empleadores, los que sostienen a este país. A los super millonarios, a los grandes empresarios, que los dejen en la defensa de sus intereses, pero que sigan brindando empleo.

Tan fácil que sería impregnar con un espíritu nacionalista a la clase política y gobernante, a todos los empresarios y sus trabajadores.

Pero la moneda está en el aire.

Cambian o los cambian.

Así de fácil.

Así de sencillo.

Y con la ayuda de la crisis sanitaria y económica todo será más fácil.

¿Alguna duda?