Ahora que a la alcaldesa hermosillense Célida López Cárdenas le dio por “pendejear” a sus gobernados, valdría la pena analizar si una forastera, por más poder temporal que tenga, puede venir a insultar a las y los nacidos en la capital de Sonora, así como a las miles de personas que decidieron adoptar a este terruño como patria chica o lugar de residencia.
La palabra pendeja o pendejo es de uso común en el flórido vocabulario personal y de batalla política de doña Célida.
Bien, ella puede pendejear a sus amigos, familia y los que acepten ser calificados con ese adjetivo, pero no a todo mundo, como suele hacer en entrevistas y mítines políticos.
Los hermosillenses tienen mucha dignidad y orgullo.
Quizá a doña Célida le haga falta unas clases de historia regional, sobre todo el sentido independentista de los de Villa de Seris, que aceptan ser hermosillenses pero con el histórico pasado de haber sido municipio libre.
En una entrevista registrada en video, la presidenta municipal de Hermosillo pendejea a sus amigos briagos que la llaman para evitar las multas de tránsito. Sí, cada quien escoge a sus amigos, pero no se vale meter en el mismo costal de su desprecio a todos los hermosillenses.
En esa comparecencia periodística, Célida expuso su frustración por ese tipo de ciudadanos, sus amigos briagos. La persona frustrada es aquella que acepta haber fracasado. Y ella manda el mensaje de haber fracasado en su gestión como alcaldesa.
Pero así se ha mostrado la alcaldesa hermosillense en su corto tiempo de vivir en Hermosillo.
Ella, nacida en Mexicali, criada en Puerto Peñasco y formada profesional y políticamente en la capital bajacaliforniana, representa a la soberbia del poder político.
En fin, cada pueblo tiene el gobierno que se merece.
AMLO, el vendedor de ilusiones
El presidente Andrés Manuel López Obrador puede ser todo lo que usted quiera, pero indudablemente es un magnífico publicista y un mejor vendedor de ilusiones.
En su juego de magia del avión presidencial tuvo a medio mundo al pendiente de sus palabras y destino de la aeronave, que no es de él ni del gobierno, sino de la empresa Boeing, la famosa empresa de aeronaves.
Y finalmente utilizó la imagen de ese avión para organizar un super sorteo de a 500 pesos el cachito. Ni los magnos sorteos de la Lotería Nacional alcanzan ese precio. Vaya ni los de fin de año.
Pero la historia entretuvo más que una telenovela.
El hecho es que AMLO confirmó la realización de una rifa, aunque no necesariamente de la manera que se había planeado originalmente: el ganador no se llevará el avión presidencial, que seguirá a la venta, y la emisión de los cachitos totalizará el valor de la aeronave.
Al hacer el anuncio, desmenuzó: “Quien compre un cachito nos estará ayudando a resolver el problema que nos dejaron los gobiernos faraónicos. Se va a utilizar ese dinero para una causa humanitaria muy importante”, aludiendo a la compra de equipamiento médico para hospitales públicos.
AMLO precisó que el sorteo se realizará el 15 de septiembre a través de la Lotería Nacional y que se emitirán 6 millones de boletos a 500 pesos cada uno. Se espera recaudar 3 mil millones de pesos, que es el valor por el que el gobierno de AMLO ha ofrecido la aeronave, por ahora sin suerte.
Además, no habrá un solo ganador sino 100, que se harán acreedores de premios económicos por un valor de 200 millones de pesos.
Sin duda tenemos de presidente a todo un experto financiero. Explicó: el avión “será resguardado para la Fuerza Aérea y al mismo tiempo se puede rentar, ese dinero será para comprar más equipo médico además de los 2500 millones de pesos que se pretenden obtener solo de la rifa, porque lo que se requiere todavía para los hospitales alrededor de 10,000 millones debido a que dejaron muy deteriorado el sistema de salud”.
El presidente reveló además que organizará una cena el próximo miércoles con 100 de los más importantes empresarios mexicanos para ofrecerles la compra de cachitos. “para que los entreguen a sus trabajadores o los dediquen a la promoción de sus tiendas y empresas”
A chaleco, a ver quién se niega. Los intereses siguen mandando en este México mágico de una izquierda surrealista.