En su larga campaña y corta gestión como presidente, Andrés Manuel López Obrador siempre ha descalificado a sus adversarios políticos por ser parte de un corrupto sistema neoliberal. Pero ahora es precisamente la corrupción que aflora en su incorrupta administración, en una renuncia de su secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, quien públicamente denunció que dejó el cargo porque le impusieron funcionarios sin conocimiento de finanzas, nombramientos que fueron motivados por “personajes influyentes (del gobierno) con un patente conflicto de interés”.
Eso, en un gobierno neoliberal o de Cuarta Transformación, es corrupción.
O sea que cercanos a AMLO son corruptos.
Y eso que López Obrador aplastó a todos con su promesa electoral de acabar con la corrupción.
¿Ahora el presidente seguirá ondeando su bandera anticorrupción un día sí y otro también?
Al menos le elevará su arritmia política a un declarado hipertenso presidente de la República.
Bueno, AMLO podría desmentir a su ex secretario de Hacienda, como ya lo hizo con el relevo de Urzúa, el peso medio de las finanzas y mercados internacionales, Arturo Herrera, con el asunto de la refinería Dos Bocas y la tenencia federal. El alumno de Urzúa reflejó todo en su entronización, menos serenidad y aplomo. Unos lo reportaron con un semblante de miedo, otros de tristeza por la misión a la que es enviado.
Aquí el punto es que los despiadados mercados internacionales nada bueno pronostican en el incierto futuro de México y el flamante secretario de Hacienda.
Muchos son los que convierten sus ahorritos en dólares.
Y muchas miradas voltean a ver al derrotado candidato del PRI, Pepe Toño Meade, éste sí un peso completo de las finanzas. Y voces que abiertamente le piden que venga al rescate de una tambaleante Secretaría de Hacienda.
Ya se perdió todo el trabajo de Urzúa con inversionistas que desconfiaban de López Obrador, a los que transmitía que se mantendría un estricto control de las finanzas.
Urzúa era el equilibrio.
Hoy el gobierno perdió ese equilibrio, esa tranquilidad, esa prudencia.
Urzúa era considerado internacionalmente como un socialdemócrata.
Hoy sus ex compañeros lo califican como neoliberal porque no se ajustó a los requisitos de la 4T.
El presidente López Obrador ya está obligado a cambiar su discurso de culpar de todo a los corruptos neoliberales. Hoy su política económica está bajo la lupa de los mercados internacionales. Por lo tanto está obligado a dar resultados para evitar una fuga de capitales. Eso sería letal. Su 4T está crujiendo. Los cimientos lucen débiles, a punto de venirse abajo lo poco construido.
Urge un golpe de timón.
Por salud financiera.
Por México.