Pude resistir el impacto de ver, por primera vez en mi vida, el cuerpo mutilado a la mitad de un hombre. Lo había arrollado el tren a la altura de Esperanza, Sonora.
Era una tarde de domingo, lo recuerdo bien.
Pude resistir ser testigo de la muerte de una niña de cinco años bajo las ruedas de un camión urbano. Yo estaba a menos de 15 metros y vi cómo el cuerpecito daba vueltas bajo la pesada unidad. La madre y los otros niños que habían descendido del camión, gritaban desesperadamente.
Pude superarlo.
Resistí el impacto psicológico de ver cuerpos calcinados en un incendio de un edificio en Ciudad Obregón.
Pude resistir los videos donde sicarios descuartizan a un hombre vivo.
Pude ser, improvisada y circunstancialmente auxiliar en trabajos de embalsamiento.
Lo hice en dos ocasiones.
Pero no pude —ni quise— ver las fotografías que algunos amigos míos me querían mostrar del niño muerto y la niña lesionada, al lado del cadáver de su padre.
Fueron las víctimas inocentes de los pecados de sus mayores.
No pude ver esas fotos. El impacto me resultaba brutal. Inaceptable en una sociedad donde, desde temprana edad, nos inculcan valores fundamentales, uno, el principal, el valor de la vida.
Sobre este dramático tema, ayer platiqué por teléfono con el secretario de Seguridad Pública Estatal, DAVID ANAYA COOLEY.
Platicamos explícitamente. Sin rodeos. Sin temor a las palabras.
—Con los cambios, David, ¿van a mejorar las cosas?
—Por supuesto. De hecho, ya empezaron a mejorar.
—¿Un asunto de confianza?
—Efectivamente.
—¿Qué viene, qué sigue? La sociedad está indignada. Su paciencia está agotada. Y los medios nacionales de cobertura masiva no le dedicaron a “nuestra” tragedia ni una sola nota, ni una sola imagen. ¿Acaso no van a voltear a vernos los altos mandos?
—Ya voltearon. Vengo de una reunión en la Cuarta Zona Militar. Todo va a cambiar, puedes estar seguro. Habrá mejor coordinación, habrá una mayor participación de las corporaciones. Necesitamos que participe en toda forma la Fiscalía, que intercambiemos trabajo de inteligencia.
—Suena bien, pero ¿de veras funcionará?
—Debe de funcionar. Mira, casos como el del Obregón siempre son el detonante de una espiral de indignación social.
—En efecto.
—Pero se nos olvida que antes de todo esto, hubo impunidad, hubo corrupción y lo dejamos pasar. Aquí tenemos las consecuencias.
—¿Significa entonces que los nuevos mandos en la Secretaría de Seguridad Estatal son de tu confianza?
—De mi absoluta confianza, Mario.
—Pues te deseo suerte, secretario.
—Gracia, la vamos a necesitar.
Al costo, caro lector. Al costo.
Ahora digo: el impacto de lo ocurrido en el sector Las Misiones de Ciudad Obregón, llegó hasta la gobernadora CLAUDIA PAVLOVICH ARELLANO.
El comunicado lo recibí a altas horas de la noche del pasado jueves. Eran instrucciones precisas de que se llevaran a cabo los cambios que fuesen necesarios en la Secretaría de Seguridad Pública Estatal.
Quiero suponer que este tema ya había sido planteado a Claudia por el propio David Anaya.
Lo del niño asesinado en Cajeme reventó un asunto que había sido mantenido en discreta condición al interior del Gobierno.
¿Intereses poderosos se oponían a estos cambios?
Muy probablemente, sí.
Por fin sucedió.
Lamentablemente, como siempre ocurre, tiene que suceder una tragedia de gran impacto para que se tomen decisiones drásticas y se rompan intereses que solo causan perjuicio a la sociedad.
Me gustó el tenor de las declaraciones de la gobernadora. Le percibí enojada. Y determinada. Y dictó directrices radicales. Al diablo lo que no estaba funcionando.
¿Y el alcalde SERGIO PABLO MARISCAL?
¡Ufff! Le tundieron durísimo en las redes. El enojo de muchos, en el anonimato de esos medios, se volcó contra el presidente municipal de Cajeme. Objetivamente hablando, él no era culpable de lo que estaba sucediendo. En todo caso, su “pecado” fue de falta de sensibilidad. De colmillo. De falta de oficio político.
Es posible que haya ido a Phoenix a la inauguración de la Plenaria Sonora-Arizona. Y aprovechando que andaba allá fue a comer a Los Arbolitos de Cajeme. Y luego, la foto en redes. Todas las cosas se conjugaron para que la percepción ciudadana asumiera que había ido a la inauguración del negocio de JUAN DIEGO COTA.
En realidad, no asistió a la inauguración.
De Phoenix voló a la Ciudad de México a una reunión programada con antelación, con ALFONSO DURAZO MONTAÑO.
Esto fue lo que pasó.
Por lo demás, la tragedia del niño asesinado pudo haber sido responsabilidad directa de su progenitor, según información de última hora y fuentes confiables.
Esto lo dejamos así.
Y debo aclarar: si bien es cierto que con frecuencia cuestiono algunas actitudes del alcalde en su carácter de jefe de la Comuna, no menos lo es que no me anima una intención bajuna de estar jorobándolo por quítame allá estas pajas.
Hoy, creo yo, la gente que lo acosó en las redes, fue injusta. Puede ser que haya errado como político, pero no en otro sentido.
Y tan tan.
En fin.
DE AQUÍ, DE ALLÁ Y DE MÁS ALLÁ
Y A TODO ESTO, CARO LECTOR, ¿se ha preguntado usted por qué nunca ha llegado una mujer a la presidencia municipal de Cajeme?…
Todos los municipios que le rodean, han tenido ya su alcaldesa… Rosario, Quiriego, Álamos, Navojoa, Benito Juárez, San Ignacio Río Muerto, Bácum, Guaymas, Empalme… ¿Y por qué Cajeme no?…
Es un misterio…
Algunos de esos municipios han tenido hasta dos y tres alcaldesas… Qué cosa…
Y POR ÚLTIMO, LOCO DE CONTENTO REGRESÓ de la Zona Fuerte-Mayo el presidente de la CNC en Sonora, RODOLFO JORDÁN VILLALOBOS… Y no es para menos: esa región ha sido de las que más beneficios ha recibido gracias al trabajo de gestión del huatabampense…
Las cosas como son…
Es todo.
Le abrazo.