La tensión que se vive en el Gabinete de la 4T ya empujó a varios integrantes a amenazar con sus renuncias. Incluso, Germán Martínez salió del equipo en medio de durísimos cuestionamientos al modo de conducir de Andrés Manuel López Obrador. El problema suele terminar en una misma crítica: la falta de coordinación y la ausencia de reuniones de Gabinete donde haya discusiones serias sobre cada una de las políticas.
Como relató LPO, López Obrador se inclinó por reuniones multitudinarias, donde prácticamente hace un repaso de cada área, sin entrar en mayores detalles. A lo sumo, expone sus enojos por falta de resultados. No hay discusiones entre áreas, ni debates profundos entre cada secretario sobre cómo abordar cada problemática.
Martínez explicó antes de dejar el IMSS que había intentado -desde luego sin éxito- forzar la liberación de recursos para comprar medicamentos y proveer de insumos a los principales hospitales del Seguro Social, que ya habían ingresado en una crisis por el desabasto. “Sólo hasta que explotó la crisis, se atendió el problema”, justificaba el exdirector, cuando ya le habían aceptado la renuncia.
La misma queja se repite en varias dependencias. En el caso de Olga Sánchez Cordero, los motivos de su malestar versan no sólo sobre los ajustes presupuestales, sino también por los recortes de facultades que fue viviendo la Secretaría de Gobernación. “Ahora se convirtió en una Secretaría de Derechos Humanos, no mucho más”, dicen irónicamente en la 4T.
Es que a la separación de funciones de Seguridad Pública, luego se sumó la rasurada en temas migratorios, que -como explicó LPO- recayeron de forma repentina en manos de Marcelo Ebrard, el “super-ministro” de López Obrador.
Sánchez Cordero, además, se quedó -por el momento- sin sus proyectos progresistas de amnistía a los criminales, y de legalización de la marihuana y la amapola. Por ese motivo, los rumores sobre su renuncia se acrecentaron en los últimos meses, siempre fogoneados por Manuel Velasco, que se relame con un ingreso inminente al Gabinete.
Enterada de estas versiones, Jesusa Rodríguez habría lanzado entre sus compañeros la amenaza de una llamativa performance por si Olga Sánchez decide regresar a su curul en el Senado: encadenarse al escritorio de su oficina para resistir el cambio.
Jesusa tiene un dato a su favor: López Obrador ya le recordó a Olga Sánchez el compromiso que tomó de trabajar los primeros tres años de la gestión, condición que también selló de palabra con Carlos Urzúa.