Sigmund Freud (Médico y neurólogo vienés) creador del Psicoanálisis, también estudio el comportamiento de los caballeros de su época, y da cuenta de cómo los síntomas neuróticos se presentan para dar sentido a la vida anímica de las personas, mediante actos fallidos, sueños, lapsus, etc.
Hablando en general de los hombres, ellos tienden a manifestar sus inconformidades más como asunto privado, y hay un renuncia casi por completo a tener síntomas en el cuerpo, a diferencia de las mujeres histéricas, y más bien crea todos éstos en el ámbito del alma. Su pensamiento “da vueltas” en cosas que realmente no le interesan y son movidos a realizar ciertas acciones que no les deparan contento, pero les resulta imposible dejar de responder así.
Los impulsos que sienten pueden resultar infantiles e intenta huir de ellos horrorizado, pues su contenido es espantoso, como el de realizar crímenes y por ello los trata como ajenos. Así es que termina invirtiendo demasiado tiempo en ceremoniales, mostrando extremada conciencia moral y testarudez extraordinaria. Y con frecuencia denotan un alto nivel intelectual.
La gran dificultad para los obsesivos, es reconocer el afecto contenido en la situación traumática, pues ésta la tienen muy consciente, y los mecanismos defensivos logran triunfar con la huida y la precaución. Así vemos que desplaza la obsesión pero no la suprime.
Lo anterior no descarta la posibilidad del fracaso en distintas áreas de su vida, y cabe señalar que también es posible encontrar mujeres con éstos rasgos.
Una manifestación en la vida cotidiana de quienes padecen de una neurosis obsesiva, es que en la convivencia con el Otro se expresan de manera extremosa, como en la total cordialidad o bien en el mayor de los odios. Así que una mujer muy amada, no debe extrañarse si al abandonar a su pareja, éste responda con un odio desmedido, pues la pérdida sufrida ha sido bastante significativa, y la vive con la misma intensidad que cuando amó. Así podemos encontrar personas que traslapan en diferentes direcciones el odio contenido, claro está, casi nunca lo descargan en relaciones convenientes, como en el jefe, clientes, pacientes, etc. de quienes dependen en su actividad profesional.
Negar que hay inconciencia en ellos, es por el gran temor de ser vistos como “locos”, pues no consideran tener derecho a enfermar por cuestiones anímicas, lo que los empuja a grandes fracasos regularmente.