Los ánimos no son los mejores en búnker de Anaya. Quedan cinco semanas de campaña, pero en las últimas dos -el sprint final– ya habrá estallado la efervescencia del Mundial de Fútbol, que limitará por completo los mensajes políticos en medios masivos. Quedan entonces poco más de 20 días para remontar los 15 puntos porcentuales que las encuestas propias del Frente arrojan de distancia con AMLO.
Dicen que las victorias cohesionan, tapan las disidencias, silencian los conflictos. Las derrotas, en cambio, agigantan las diferencias y potencian los pases de facturas. Y en el war room del Frente ya hay un primer apuntado por la situación apremiante que atraviesa el candidato presidencial. Es Jorge Castañeda.
El ex canciller de Vicente Fox ingresó como coordinador de estrategia en marzo, apenas unas semanas antes que termine el extraño período de intercampaña y comience la pelea oficial por el sillón de Los Pinos. Como reveló LPO, su ingreso respondió a la necesidad de darle volumen a una campaña demasiado enfocada en los millennials, mirada estratégica que impuso Roberto Trad.
Pero su ingreso tuvo un correlato de ruidos internos, que se intentaron aplacar para no mostrar fisuras: Creel debió olvidar las viejas rencillas, los gobernadores aceptar que un hombre sin votos ni territorios, y sólo por sus presuntos pergaminos como asesor de Fox, se convierta en el consigliere del queretano. Recelos lógicos para cualquier proyecto con ambiciones.
Castañeda se convirtió en un férreo defensor del plan de “voto útil”, una idea ya instalado hace muchos años en México. Según su mirada, Anaya debía instalar la idea de polarización con AMLO, y naturalmente habría un segmento de priistas que votarían por el Frente para evitar la llegada del tabasqueño. Una reedición del proceso de 2006.
Esa idea tuvo resistencias en el cuarto de guerra político, del que también participan Santiago Creel, Dante Delgado, Los Chuchos, y el círculo más íntimo de Anaya. Varios planteaban que, en realidad, toda la estrategia debía centrarse en ir por votos de AMLO, que ya mostraba crecimiento sin precedentes.
“Hubo varios cuestionamientos porque AMLO no encontraba techo, y la idea del voto útil no seducía a ninguno. Había que ir a disputar el electorado de AMLO mucho antes. Así se generó la idea del voto resignado”, planteó otro operador a LPO.
Pero el punto de inflexión llegó en abril, cuando Anaya llegó a su punto de mayor cercanía con AMLO en todo este proceso. Castañeda consideró que era momento de enviar un mensaje más elocuente al priismo, cuando el ala más política sabía que no había chances de lograr un acercamiento con Los Pinos, justamente por los niveles de resistencia que había en el tricolor con la figura de Anaya.
“En una elección no hay que descartar nada. Yo no quiero descartar nada. Los números y las tendencias son las que vemos. En esa búsqueda de nuevas afinidades, podemos encontrar nuevos acercamientos. El Frente es eso al final del día: un Frente”, respondió Castañeda en una entrevista con Reforma, cuando René Delgado le preguntó si una alianza con el PRI era viable.
Un puñado de días más tarde, Castañeda convencía a Anaya de hacer algo similar. El queretano sugería un posible encuentro con Peña Nieto. “Estoy absolutamente abierto a construir con los que haya que construir”, dijo. “Digamos que sí”, confirmó ya sin el micrófono en la boca, cuando se repreguntó si aceptaría un encuentro.
El sector más político, que pedía enfocarse más en los votantes que seguía sumando el tabasqueño, se enfureció cuando en los días siguientes Anaya mostraba una caída de unos cuatro puntos en los nacional, apalancado en retroceso de hasta 7 puntos en la Ciudad, quizás el epicentro de la reticencia al concepto “PRIAN”.
Enfrentado por varios pesos pesados, Casteñeda salió en los días siguientes a hablar del “voto resignado” y de la necesidad de enfocarse en un contraste con López Obrador, pero al mismo tiempo defendía en sus habituales columnas la decisión que había tomado. Mensajes que no apuntaban tanto a los lectores, sino a sus detractores en el búnker.
“Es muy soberbio, y no quiso reconocer el tropiezo”, se quejan todavía en el war room. Lo cierto es que, ahora, Anaya deberá crecer tres puntos por semana, algo que no ocurrió prácticamente en ningún fragmento desde que se confirmó su candidatura.
