Preocupantes y peligrosas, por decir lo menos, las malas nuevas que salen del Instituto Nacional Electoral (INE) en declaraciones de su consejero en jefe, Lorenzo Córdova.
Ahora resulta que el árbitro de la contienda electoral anuncia que se sentó con Facebook para hacer mancuerna y evitar la propagación en las redes de fake news –noticias falsas- que tengan relación con el inminente proceso electoral de julio
No desconocemos que la intención es sana. Las redes están inundadas de campañas de desprestigio, de notas sin sustento, de memes insultantes y de sitios falsos creados para atacar a uno u otro candidato. El fuego es cruzado.
Pero una cosa es reconocer la existencia de esas fake news y otra muy distinta es prometer que se va a hacer algo de raíz para combatirlas. Imposible. ¿Qué inquisidores decidirán qué es bueno y qué es malo?
Primero, porque no es tarea del INE salir de árbitro mediático para calificar cuales son fake news y cuáles no. Mal manejada esa política podría convertirse en una censura tiránica que castigue a los divulgadores incómodos.
En todo caso esa es una tarea para una Policía Cibernética, como la que opera ya en muchos países avanzados, y que hallar al promotor de la noticia falsa, difundida con ánimo difamatorio, se detiene a su creador y se le fincan responsabilidades legales.
Pretender, como lo anuncia Lorenzo Córdova, convertir al INE, de la mano de Facebook o de Google, en censor de las redes es absurdo, por decir lo menos, si no que imposible.
Es como pretender que Telcel de Carlos Slim sea castigado porque cientos de los celulares que vende son utilizados por los capos del crimen organizado para cometer sus fechorías.
O que en una operación de transferencia de dinero en un Oxxo se obligue a saber con exactitud el origen de ese dinero y verificar que quien lo envía y quien lo recibe no son lavadores de dinero.
Tanto Facebook, como Telcel u Oxxo son vehículos de transmisión de información, voz, datos, imágenes o transacciones, que sería difícil pasar por el tamiz de la pureza para aceptar que se consumen. El sistema colapsaría.
Mejor haría Lorenzo Córdoba en enfocar sus energías en hacer lo que hasta ahora la ciudadanía le reclama y que es justo para lo que fue constituido. Vigilar con menos laxitud el proceso que ya arrancó.
Se hicieron de la vista gorda con unas precampañas que lejos de ser estrictamente en partidos que tenían dos o más precandidatos, se convirtieron en adelantos de campaña sin que alguien del INE levantara por lo menos una tarjeta amarilla.
Hay todavía demasiado por hacer en un muy cuestionado levantamiento de firmas y posterior acreditación de los aspirantes a candidatos independientes. El proceso se vició.
Ya uno de los aspirantes, Pedro Ferriz, denunció la venta de listas y padrones para que los precandidatos puedan acelerar su recolección de firmas. Pero lejos de investigar, el denunciante acabó denunciado.
Nadie en sus cinco sentidos cree que las decenas de miles de firmas de Jaime “El Bronco” Rodríguez sean espontáneas, sin costo para el gobierno de Nuevo León, sea en dineros públicos o en uso de la burocracia para recopilarlas. Pero aquí no pasa nada.
Como si el rol de árbitro no fuera suficiente en unas elecciones tan delicadas como las que viviremos en julio, Lorenzo Córdova busca inventarse ahora el papel de censor con careta de policía cibernético.
Y bajo esos criterios, no faltará mucho para que nos digan que necesitarán más presupuesto para salvaguardar nuestra fake democracia.
Fake INE
