La mezcla de intereses políticos hondureños y estadounidenses estaría por alcanzar a Sonora. Las autoridades locales ya se preparan para atender a cuerpo de rey, inclusive solicitando el apoyo de la federación, a estos ciudadanos centroamericanos que claman por un mejor nivel de vida, pero con líderes que juegan a la inestabilidad internacional para beneficio de sus jefes.

El verdadero fondo de este movimiento tiene aún algunos acertijos, pero lo que se sabe hasta el momento es su origen: Una división política entre la izquierda y derecha hondureña, aderezada con el oportunismo político de mister Donald Trump. La caravana fue planeada para llegar a la frontera México-Estadounidenses en plena lucha electoral por posiciones legislativas en Estados Unidos.

Con estos antecedentes, la alcaldesa capitalina Célida López declara a los medios: recibiremos a los migrantes con los brazos abiertos.

Ante esta postura, cualquier ciudadano puede lanzar un reproche a su autoridad local y preguntarse: ¿La alcaldesa habla a nombre de todos los hermosillenses?

No, sería la respuesta contundente.

Habla a su nombre y de sus intereses políticos.

En lugar de ser institucional en este conflicto, que aún no es seguro que se extienda a Sonora, doña Célida cambió la prudencia e institucionalidad por la necesidad de reflectores en una pésima jugada política.

Tiene mucho qué perder y poco por ganar.

Así que sus asesores se equivocaron. Y si la caravana de migrantes finalmente cruza por territorio hermosillense, se pudiera llevar una o varias sorpresas.

Por su parte, la gobernadora Claudia Pavlovich reconoce que el Estado de Sonora no está preparado para recibir a estos visitantes que se invitaron solos. Así que necesitaría del apoyo del Gobierno Federal.

Como sea, nadie ha frenado este movimiento netamente político que explota la necesidad de ciudadanos centroamericanos.

El gobierno de Honduras está obligado a ofrecer mejores niveles de vida a sus ciudadanos.

La gobernadora Claudia Pavlovich a los sonorenses.

Y la alcaldesa Célida López a los hermosillenses.

Así de fácil.

Así de sencillo.

¿Entonces por qué carajos tienen que pedir prestado los gobiernos locales para atender conflictos políticos de otros países?

Los migrantes saben muy bien que nunca ingresarán a Estados Unidos.

Por eso muchos buscan una visa humanitaria para quedarse a residir en estados mexicanos. ¿Y en Sonora por qué?

Bueno, en todo caso que los contrate como empleados la alcaldesa de Hermosillo.

Para ilustrar todo lo anterior, va un claro ejemplo: En Tegucigalpa, un miembro prominente de la oposición fue a la embajada de México y amenazó con enviar varias caravanas si la situación en Honduras no cambiaba, de acuerdo con funcionarios mexicanos de alto nivel, cita el New York Times en un trabajo periodístico titulado El Camino de la Caravana Migrante: De la Disputa en Honduras al Escándalo Internacional.

¿Ahora sí se entiende?

             El privilegio de mandar                      

Dicen que madres de familia de un reconocido colegio particular se preguntan por qué el hombre de confianza de Sergio Torres, de nombre Francisco Molina, despliega un buen número de escoltas que asustan con solo mostrar sus armas, para simplemente dejar a los niños en ese plantel escolar.

De igual forma, hay comentarios que llaman la atención de cualquier ciudadano común, como el de una manicurista de Hermosillo, con negocio propio que se ubica sobre el bulevar Morelos, quien presume de arreglar las manos de la gobernadora y que además brinda asesoría de qué opina la gente del gobierno, por cuya tarea le pagan.

Ufffff, si esta versión es una verdad completa, entonces ya entendemos por qué andan así las cosas en el quehacer público.

¡El Privilegio de mandar!

Mientras, por Nogales reportan que algunos adelantados festejan la versión de que el orgullo en el gabinete estatal, Miguel Pompa Corella, ya les mandó la señal de que no será removido de su cargo como Secretario de Gobierno.

Paralelamente circula otra versión: Que El Potrillo va a la SSP o a SEDESSON.

¿Con cuál versión de queda usted, caro lector?