Con bombo y platillo inició el 13 Congreso Internacional Minero Sonora 2018 en esta ciudad capital con la asistencia de directivos de importantes consorcios extranjeros, sobre todo de Canadá.
Y sobresalen los canadienses que representan a la mayoría de las empresas asentadas en la entidad, donde hacen y deshacen dinamitando las endebles leyes y regulaciones que deberían respetar.
Bien se sabe que muchas o quizá ninguna de esas firmas podrían trabajar en Canadá, pues allá la normatividad ambiental es muy exigente y de pleno respeto al entorno ecológico.
Aquí en Sonora han venido operando desde hace años con casi total impunidad para extraer todo tipo de metales, destruyendo el suelo y vertiendo venenos de lo peor en sus procesos.
Ejemplo muy ilustrativo es la catástrofe del Río Sonora, donde decenas de comunidades y miles de hombres, mujeres y niños aún sufren las secuelas del derrame tóxico del Grupo México en Cananea.
Los estragos que provocan las mineras quizá son mayores a lo que mucha gente cree, quizá porque falta investigación o porque funcionarios de los tres niveles obtienen plata por su silencio.
A cambio del apocalipsis que siembran por la geografía sonorense, las grandes empresas mineras, sobre todo las de Canadá, reparten migajas a las comunidades afectadas por su presencia.
Eso es en el fondo el Fondo Minero, un puñado de pesos que como limosna reparten a unos cuantos pueblos mientras obtienen miles de millones de dólares por la extracción de oro, plata, cobre y otros elementos naturales.
Si los daños al medio ambiente y a la dignidad de las familias sonorenses son mayúsculos, no menos preocupante es la destrucción del medio ambiente: en la sierra, los montes y los ríos.
Tal vez no falten incautos que admitan como una gran verdad la sarta de presunciones que enarbolan las empresas mineras en materia de generación de empleos.
Sí, generan empleos, pero muy pocos, mal pagados y expuestos a todo tipo de riesgos físicos y a químicos de lo más tóxicos.
Son precisamente las mineras de Canadá quienes disputan el campeonato mundial en evadir compromisos laborales, pues gran parte sus trabajadores les prestan servicio a través del nefasto “outsourcing”.
Muchas de estas empresas de subcontratación, por no decir todas, son intermediarias de otras partes del país y se especializan en desvanecer las garantías y prestaciones laborales de la gente.
Así, las mineras se lavan las manos y evaden todo tipo de compromisos con los trabajadores que se parte el alma y la vida para arrancar de la tierra el oro y la plata que se llevan a Canadá.
Por fortuna, existe el caso del juicio de una trabajadora contra una minera que, cegada en sus ambiciones, se dice que pretendió dar el último escupitajo a las leyes laborales.
La empresa Alamos Gold, en los últimos estertores del juicio ya ratificado en diversas instancias, estaría obligada a pagar a la trabajadora cerca de mil millones de pesos, algo así como 50 millones de dólares.
Se trata de un juicio que, sin duda, tendrá resonancia nacional e internacional y nadie dude que sentará un importante precedente para potenciales litigios ante los tribunales de lo laboral.
El monto tan alto del asunto laboral es porque se ha sumado lo que es el reparto de utilidades que corresponde al 10 % de las utilidades y en 10 años se acumuló tal cantidad, al ser la única empleada de la mina.
Lo pudo demostrar ella. Los demás están por el outsorsing mentado .
Por lo pronto, un grupo de otros 200 trabajadores ya avistaron una rendija de oportunidad ante la ley y preparan demandas similares por las tropelías legaloides de los mentados outsourcings.
Las firmas mineras y sobre todo las de origen canadiense estarían cerca de sufrir severos derrumbes y socavones provocados por la explosión de sus tantas mezquindades acumuladas.
Ojalá que este 13 Congreso Internacional Minero en Hermosillo deje algo más grande que borracheras y jolgorios al ritmo de deslumbrantes vestimentas y falsas sonrisas de portada.
Ojalá que los directivos asuman la plena responsabilidad de sus encargos para dar paso al respeto a las leyes, a la salud de los trabajadores y al cuidado del medio ambiente.
Es mucha, casi faraónica, la riqueza que estas firmas extranjeras obtienen desgarrando las entrañas de la tierra sonorense.
Los tiempos exigen justas remuneraciones para los hombres y mujeres que dejan muchas veces dejan el alma y la vida en las minas.
La sociedad, las autoridades, todos, debemos estar atentos a que las cosas se hagan bien. Para el sector minero no hay de otra, tras la resaca sólo quedan la renovación o el derrumbe.